In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


miércoles, 31 de marzo de 2021

HIJOS DE HISPANIA

 



 Los romanos más importantes nacidos en Hispania: emperadores, aurigas y una escritora

Desde los célebres Trajano y Adriano hasta el filósofo Séneca, ocuparon altos cargos de la República y del Imperio romano a lo largo de su existencia.



El historiador Pompeyo Trogo dotaba a los hispanos de ciertas particularidades en comparación con los romanos de la Penínsulta Itálica. Según él, destacaban por su dureza y resistencia. A lo largo de la historia, numerosos hispanos destacaron en la historia militar, política y cultural de Roma. Adriano o Trajano son los más conocidos, pero hubo muchos más que a menudo se olvidan.

Por ello, el escritor Paco Álvarez, trata de recuperar la figura de estos hispanos que apenas tienen presencia en las aulas ni en las instituciones españolas. "Muchos de ellos conformaron un primer Siglo de Oro no de España, sino de Roma. Eran romanos de aquí", explica Álvarez a este periódico.

Precisamente así ha titulado su nuevo libro, Romanos de aquí. Historias estupendas de los romanos nacidos en Hispania (La Esfera de los Libros), en el que propone un recorrido por la Península relatando las vidas de los hispanos más celebres de la Antigua Roma.




"Lucio Cornelio Balbo es fundamental y de los más desconocidos", asegura Álvarez. No solo fue el primer no nacido en Italia en ser nombrado cónsul en el año 40 a.C., sino que además se codeó con las grandes élites romanas. Se hizo amigo íntimo de Julio César y estuvo presente en una de las anécdotas más conocidas del dictador. 

Por invitación de Balbo, César acudió al templo gaditano de Hércules, su hogar. "Al contemplar una estatua de Alejandro Magno se echó a llorar, como avergonzado de su inactividad pues no había hecho todavía nada digno de memoria en una edad en la que ya Alejandro había conquistado el orbe de la tierra", cuenta el historiador Suetonio.

"Parece ser que Lucio Cornelio Balbo escribió un libro (Ephemeris) que no ha sobrevivido, en el que narraba los acontecimientos de su vida y de la de César. Daría un brazo por leerlo", comenta Álvarez.

Grandes hispanos

Trajano y Adriano fueron los grandes representantes de Hispania. Ambos habían nacido en Itálica. No obstante, es Adriano quien, antes de ser proclamado emperador, sufrió la burla de los senadores nativos de Italia. El primer día que el princeps alzó la voz en el Senado, se rieron de él por su acento. Este acontecimiento refleja, una vez más, las particularidades de los hispanos en el Imperio.

Otro relevante personaje peninsular llevaba el nombre de Marco Cornelio Nigrino Curiacio Materno, "uno de los mejores soldados de la historia del Imperio romano". Nació en la actual Liria (Valencia) en el año 40 d.C. Fue un político y militar y candidato al trono imperial que ocupó numerosos cargos como el de estatúder de Galia Aquitania, cónsul o senador.

En quien Paco Álvarez hace hincapié por su puesto es Cneo Papirio Eliano, un granadino que tuvo el honor de ser el primer gobernador de Britania. Viajó por todo el Imperio romano durante su carrera política y militar. "Fue cuestor en Acaya, en Grecia, al otro lado del mundo, posiblemente antes de cumplir los 25 años. Después fue pretor y tribuno de la plebe. Combatió en Panonia y gobernó la Dacia Superio", apunta el autor.

No todos ejercieron como soldados o políticos. Marco Valerio Marcial impresionó a toda Roma con su poesía y Cayo Apuleyo Diocles lo hizo como auriga. Es, tal y como señala Álvarez, el mejor piloto de carreras del mundo. Comenzó a correr a los 18 años y se retiró a los 42, participando en 4.257 carreras y obteniendo 1.462 victorias.





Mujeres

A pesar de que las mujeres estuvieran relegadas a un segundo plano, también ha llegado hasta nuestros tiempos el legado de grandes romanas que se plasman en la nueva obra de Álvarez. La más desconocida es sin duda Egeria, de quien ni siquiera recordamos su verdadero nombre.

Corría el año 1884 cuando un erudito descubrió un códice medieval que incluía varias obras, entre ellas una que llevaba por título, en latín, Itinerarium ad Loca Sancta (Itinerario a Tierra Santa). Lo más sorprendente de todo era su autoría: una mujer, Egeria, natural de la provincia romana de Gallaecia. Redactado a finales del siglo IV, es el relato de viajes más antiguo que ha surgido de la Península Ibérica.

"Egeria gozó de una gran libertad de movimientos para su tiempo. Fue una gran viajera", escribe José María Blázquez en el perfil del Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia dedicado a la peregrina. "Después de pasar tres años en Jerusalén, decidió irse a Mesopotamia, y desde allí a Constantinopla, recorriendo la calzada interior de Asia Menor. [Hasta] Pensó ir a Éfeso para visitar el martirio del apóstol Juan", añade. "Egeria era desconocida por mujer y por hispana", recalca Álvarez.

Su obra repasa otros muchos nombres, como es el caso del filósofo Séneca, el emperador Teodosio u Osio de Córdoba, consejero de Constantino I el Grande. En definitiva, esta obra de Paco Álvarez demuestra que España fue tan romana como Italia, aunque a veces parezca que la memoria histórica de la antigua civilización está condenada al ostracismo.


Fuente:https://www.elespanol.com/cultura


domingo, 28 de marzo de 2021

EL AGUA EN ROMA

 


Acueductos o el orgullo de Roma

Mientras escucho la banda sonora de la oscarizada “Gladiator” de Hans Zimmer y Lisa Gerrard, los ecos desde el Coliseo me cuentan cómo los romanos mejoraron los inventos y perfeccionaron los sistemas de gestión y uso del agua desde el primer momento. De hecho, los romanos fueron la primera civilización “urbana” que se preocupó de la calidad de vida del ciudadano. Por ello, la URBIS ROMANA fue un modelo de eficiencia. ¿Por qué? O mejor dicho… ¿Cómo?

Porque el Estado invertía en infraestructuras, que dotaban a la ciudad romana de ciertos beneficios, y avances que ahora parece que son muy normales: el agua llegaba en abundancia por los acueductos, a los que luego nos referiremos, las calles se empedraban y tenían aceras, había pasos de peatones, en cuanto a la higiene, había sistema de alcantarillado y baños públicos, termas y abastecimiento de productos a los mercados.

Roma es la civilización del agua, cuya tecnología sobre captación, distribución y consumo de agua no tiene parangón hasta nuestros días. Por ello los acueductos fueron obras públicas y prioritarias para Roma, con altas dosis de ingeniería y arquitectura, eran la imagen de la avanzada civilización y vehículo propagandístico del emperador.

El agua romana

Pero para que este entorno urbano sea digno para vivir, existía un elemento fundamental que era totalmente necesario: El AGUA. Y esta se conseguía a través de los acueductos y mediante la acumulación en grandes cisternas. En los siglos I-II d.C. los acueductos se extendieron por todo el imperio, construyendo depósitos y albercas por todo el trayecto. El aqueductus (conducto de agua) fue una de las construcciones más importantes para los núcleos urbanos y rurales.

Tanto condicionaba el agua, que antes de construir la ciudad, debía de estar garantizado el abastecimiento de agua, y éste condicionaba la posición exacta de la ciudad. Así Plinio el Viejo indicaba en su Historia Natural, XXXI, 4, que “es el agua la que hace a la ciudad”.

Aún otro dato más era que el abastecimiento de agua de boca y en condiciones de salubridad, era una cuestión política. Se planificaban las obras hídricas antes que otras obras públicas necesarias también para la ciudad. Por lo que Vitrubio, manifestó en Los diez libros de arquitectura, “Tenemos la necesidad de encontrar agua en cantidad y calidad suficientes para facilitar el desarrollo de la ciudad, conducirla y distribuirla” (libro VIII).






Las primeras necesidades a abastecer fueron las termas y las fuentes, y luego casas privadas que pagaban por disponer de agua corriente. Ejemplos los encontramos en Pompeii y en Caesarea, donde disponían de suministro hídrico de forma continuada, y se construyeron bajo las casas, cisternas públicas y privadas excavadas en la roca. El suministro a los puntos de la ciudad donde se usaba el agua, era el objetivo al construir la red de abastecimiento, como: termas, ninfeos, fuentes, pozos y juegos de agua. Desde el castellum aquae terminal (depósito) y por gravedad se distribuía el líquido elemento hasta los distintos usos. Ejemplo de depósito fue la PISCINAE MIRABILIS en Miseno (Italia) con 12.600 m3 de almacenamiento con una gran bóveda sobre 48 pilares.

La ciudad de Roma

La Roma imperial tuvo 12 acueductos para abastecer un caudal de ni más ni menos que 13 m3/s (más de 1 millón m3/día) que si lo comparamos con el caudal de Madrid en el año 2018, según datos del Canal de Isabel II, de 0,543 millones de m3/día, pues supone más o menos el doble de la dotación de los madrileños. Y el desglose se dividía en: 11 termas (como las de Caracalla), 900 baños públicos, 18 ninfeos, 1.400 fuentes ornamentales, además de piscinas privadas. En la tabla siguiente vemos la comparativa entre la Roma imperial y el Madrid del siglo XXI, concretamente del año 2012.



Camino al Circo Máximo, muchos espectadores hacían una parada en las termas privadas de Suranae y Decinae, o las que construyó el emperador Caracalla, no tan grandes como las que construyó al norte el emperador Diocleciano, aunque podían acoger a unos 1.600 bañistas por turno, y unos 8.000 personas a lo largo del día.

Acueductos

Si nos detenemos en los acueductos hispanos, antes de regresar a la Roma imperial, sabemos que los acueductos de Segovia, Mérida y Tarragona abastecían a estas ciudades desde manantiales que se encontraban a más de 50 kilómetros de distancia. En concreto el acueducto de los Milagros, en Emerita Augusta (del siglo I d.C.), capital de Lusitania, tenía su “caput aquae” (captación de agua) en el Embalse de Proserpina, con una longitud de más de 15 kilómetros.

Si regresamos al país transalpino, el emperador Claudio mandó construir el AQUA CLAUDIA, el mayor acueducto de Roma (a mediados del siglo I d.C.) que llevaba el agua a los 14 distritos romanos, aunque el más antiguo data del año 312 a.C., denominado AQUA APPIA, mandado construir por el emperador Appio Claudio Cieco de 1,6 kilómetros de distancia desde el punto de toma. Otros de fecha similar son el AQUA ANIO VETUS, el AQUA MARCIA o el AQUA TEPULA, del siglo III a.C.




El impulso definitivo lo estableció el emperador Augusto y su yerno, Marco Agripa, el cual construyó el AQUA VIRGO, como según dice una leyenda, porque una doncella le indicó al militar donde se encontraba el agua más pura. Actualmente abastece a algunas fuentes ornamentales más bellas de Roma, entre ellas, la Fontana de Trevi. En la construcción empleó sus propios recursos mineros que gestionaba para realizar las tuberías de plomo. Desde Augusto, los emperadores eran donantes y mecenas en la financiación de infraestructuras hidráulicas, entre otras.

Otros acueductos son el debido al emperador Trajano, de unos 60 kilómetros de distancia (Aqua Traiana) o el último acueducto denominado, AQUA ALEJANDRINA, de 22 kilómetros en el año 226 d.C. y debido a Alejandro Severo.


La construcción de los acueductos era una labor muy costosa y era una obligación de las ciudades del imperio romano.  Suponen el primer ejemplo de financiación o Participación Público-Privada (PPP) de la historia hace más de 2.000 años, en la gestión de un recurso básico para la población.  Era una tarea de los gobiernos municipales y los ejecutaban los magistrados con dinero público y privado.

Cloacas romanas

Este apartado no menos interesante de la ingeniería romana fue el saneamiento. Y es que como hemos comentado, los romanos se preocuparon, de hecho fueron los primeros, por la calidad de vida de sus ciudadanos, y de la higiene (de ahí la existencia de baños públicos con agua fría y caliente, en muchos de ellos), por lo que consideraron esencial hacer una gestión de las aguas utilizadas o residuales en sus urbes. Y para ello, debían evacuar las aguas negras mediante una compleja red de cloacas (generalmente instaladas bajo las calzadas romanas) bajo el tejido urbano, considerada como una de las grandes obras de Ingeniería civil urbanas. En el libro “SPQR, una historia de la roma antigua”, Mary Beard, catedrática en la Universidad de Cambridge, nos indica que los escritores posteriores alabaron los logros romanos en la construcción de un desagüe tan importante como la CLOACA MÁXIMA o GRAN CLOACA, sin que se conozca lo que se conserva de esta famosa estructura del siglo VI a.C., aunque las secciones que se pueden explorar, nos indican que hay indicios que los primeros intentos de construir el sistema de drenaje sean anteriores, concretamente al siglo VII a.C.

A pesar de todo ello, fue tanto el beneficio para la población finalmente construida, que Plinio el Viejo, no dudó en considerarla en el primer lugar de las Maravillas de Roma, al ser nombrada, la 1ª OBRA PÚBLICA, por lo que la construcción de cloacas se exportó a tocas las ciudades del imperio romano de tamaño medio/grande. El mismo Plinio el Viejo consideró en su “Tratado de Historia Natural” que el buen estado de los acueductos y la red de cloacas motivaron la higiene por el baño y evitaron las epidemias de enfermedades, como ocurrió siglos más tarde.

Volviendo a los acueductos, para finalizar este apartado, hay que decir que las grandes arquerías y de costes gigantescos, como Segovia, Tarragona o Pont du Gard (en Nîmes, Francia) no resistirían un estudio económico de construcción y mantenimiento, comparado con las soluciones mediante tuberías, debido a que suponían el 12% de la totalidad de los acueductos (unos 508 kilómetros), aunque realmente la solución más espectacular. Por ello los acueductos fueron el máximo orgullo y seña de identidad del pueblo romano, y así lo manifestó Sexto Julio Frontino, senador y CURATOR AQUARUM (supervisor responsable de los acueductos) nombrado por el emperador Nerva, escribió un tratado llamado “De aquaeductu”, donde dejó de manifiesto “comparad si queréis las numerosas moles de las conducciones de agua, tan necesarias, con las ociosas pirámides o bien con las inútiles obras de los griegos”.

Hemos puesto de manifiesto que el imperio Romano fue el imperio del agua, la ciudad eterna donde el agua fluía por todos los rincones, donde cada ninfeo, cada fuente, cada terma o cada baño disponían del líquido elemento, con unas condiciones higiénicas que hicieron de Roma la capital del mayor imperio de la historia, hasta su caída en el siglo V d.C, aunque aún hoy, las obras de ingeniería romana siguen abasteciendo a fuentes ornamentales como la Fontana de Trevi, y dichas infraestructuras hidráulicas, aún seguirán dando mucho que hablar, o por los suicidios de los trabajadores de la Cloaca Máxima por la excesiva carga de trabajo (quizás el primer caso de mobbing en la historia) según contó Gayo Plinio Segundo (Plinio el Viejo), gran polímata y célebre por ser víctima de la erupción del Vesubio en el año 79 d.C, como nos cuenta Mary Beard en su excelente historia de la antigua Roma, SPQR, la cual recomiendo encarecidamente a todo amante de Roma y de su tiempo de gloria. “Después de 2000 años, la antigua Roma sigue siendo la base de la cultura y la política occidental, de lo que escribimos y de cómo vemos el mundo y nuestro lugar en él”, apostilla la catedrática británica de Clásicas.



Fuente:https://www.iagua.es/blogs/

miércoles, 24 de marzo de 2021

MONTE BERNORIO


Monte Bernorio, el yacimiento que une a las legiones romanas de Augusto y la Guerra Civil



Un estudio arqueológico analiza el papel que tuvo este enclave estratégico en la contienda española y desvela la vida diaria de los soldados.


A finales del siglo I a.C., en el marco de las guerras cántabras, las legiones de Octavio Augusto, probablemente dirigidas por el emperador en persona desde un enorme campamento de campaña aledaño, asediaron y arrasaron Monte Bernorio (Pomar de Valdivia, Palencia), una de las ciudades fortificadas de la Edad del Hierro más importantes del cantábrico. Tras destruir sistemáticamente el oppidumlas tropas romanas construyeron en lo alto de la montaña un fuerte (castellum) que tendría una larga ocupación y continuaron con la conquista del norte peninsular.

Dos mil años más tarde, durante la Guerra Civil española, Monte Bernorio volvió a ser escenario del choque entre dos ejércitos que pugnaron ferozmente por hacerse con el control de una posición estratégica clave para dominar la zona y sus comunicaciones. Las puntas de flecha, los pilumlos bolaños de piedra y los proyectiles catapultarios romanos evolucionaron hacia un armamento más mortífero, como las balas de los fusiles Mauser o la metralla de la artillería y de las bombas arrojadas desde el aire por la aviación. Ambos episodios bélicos han sido reconstruidos gracias a la arqueología.

Desde 2004, los investigadores del Instituto Monte Bernorio de Estudios de la Antigüedad del Cantábrico (IMBEAC) han documentado el violento final del castro cántabro, excavado por primera vez a finales del siglo XIX. El problema es que ese desolador paisaje provocado por la maquinaria del Imperio romano no se ha mantenido intacto hasta la actualidad: ha tenido que enfrentarse al continuo expolio de los furtivos y a una nueva guerra que reutilizó y alteró el sitio en gran medida.

Punta de una jabalina romana y lata de la Guerra Civil halladas en Monte Bernorio, y los restos del parapeto de la muerte.


Punta de una jabalina romana y lata de la Guerra Civil halladas en Monte Bernorio, y los restos del "parapeto de la muerte". IMBEAC

HISTORIA ARQUEOLOGÍA



Precisamente el papel que desempeñó Monte Bernorio en la contienda civil española, abordado desde un punto de vista arqueológico y los hallazgos materiales, es el objeto de estudio de un nuevo artículo científico publicado en la revista International Journal of Historical Archaeology bajo el título de Conflict on the Northern Front: Archaeological Perspectives on the Spanish Civil War at Monte Bernorio, Palencia, Spain. Los firmantes son los investigadores del IMBEAC Jesús F. Torres-Martínez y Manuel Fernández-Götz, la arqueóloga Alicia Fernández-Tórtoles y el arqueólogo Antxoka Martínez-Velasco.

Punto estratégico

El Ejército republicano se hizo con el control de Monte Bernorio el 10 de octubre de 1936 y encargó su defensa al batallón Malumbres, un grupo de milicianos sin experiencia de combate y pobremente entrenado. Las tropas sublevadas, que conocían la importancia estratégica de la montaña para dominar el frente —durante la contienda fue visitada por varios generales, entre ellos Francisco Franco— y corregir los disparos de la artillería, lanzaron un contrataque y la reconquistaron en la neblinosa y fría mañana del día 16. Hasta el verano de 1937, cuando se rompió el Frente Norte, resistirían todas las acometidas enemigas.

Los soldados rebeldes, separados por unos 600 metros de las posiciones republicanas, tuvieron que construir toda la línea de trincheras y los búnkers —documentados también con fotografía aérea— amparados en la oscuridad de la noche para esquivar los ataques de la artillería y de la aviación republicana, que entonces disfrutaba de una aplastante superioridad. Este denso sistema defensivo protegía la ladera norte de Monte Bernorio —el asalto romano se había registrado por la vertiente sur— y se aprovechó del trazado y los vestigios de la muralla de la Edad del Hierro. Una guerra borrando de la historia las evidencias de otra. "Cuando excavamos el yacimiento, constantemente encontramos objetos de las dos épocas juntos", apuntan los investigadores.

Vista aérea de Monte Bernorio.Vista aérea de Monte Bernorio. IMBEAC

En el extremo este del cerro, la parte más pronunciada y más expuesta al fuego republicano, los franquistas erigieron un búnker con una planta inusual en forma de espiral —y con las piedras de la muralla cántabra— que bautizaron con el nombre de "parapeto de la muerte" por motivos evidentes. El recluta E. García, del pueblo vecino de Néstar, dejó constancia de la dureza de los constantes intercambios de fuego y de las enormes dificultades para establecer cualquier defensa: "Durante el día pasábamos todo el tiempo en la trinchera, en silencio y sin movernos. Cada soldado estaba separado del siguiente por cuatro o cinco metros, así que apenas hablábamos. Si alguien levantaba la cabeza, nos disparaban de inmediato".

Los trabajos de investigación de Wifredo Román Ibáñez y otros historiadores sobre la Guerra Civil en la Montaña Palentina han sido de gran ayuda al equipo de arqueólogos para poder relacionar los distintos espacios identificados con los acontecimientos allí vividos.

Los investigadores del IMBEAC han hallado numerosos restos que testimonian el fuego recibido por los defensores de Monte Bernorio: cargadores para rifles de cerrojo tipo Mauser, cartuchos y balas; metralla de granadas de mano defensivas y ofensivas, especialmente del tipo Laffite; y metralla de proyectiles de artillería y bombas de aviación que causaron numerosas bajas, sobre todo durante los trabajos de fortificación. También se han documentado objetos que relatan la vida diaria y la dieta de los militares: restos de botas y correajes, tenedores modificados para llevar en las guerreras y latas que contenían sardinas, pimientos, algo de carne, leche condensada y otros alimentos procesados que se repartían con pan. Cuando las condiciones bélicas lo permitían, podían calentarse con algún guiso de garbanzos, alubias o lentejas. 

Esas raciones, para las que había que hacer cola al aire libre, bajo la lluvia o el fuego enemigo, se preparaban en las cocinas, ubicadas en la retaguardia del monte —tiene una extensión total de 28 hectáreas—, junto a otras infraestructuras como las letrinas, los barracones de descanso y los almacenes de la munición. "Todas eran construcciones semisubterráneas que estaban conectadas por una línea de trincheras de servicio", detallan los investigadores en el estudio. Fueron levantadas con piedra y sacos de arena y con postes de madera sujetaban los techos de láminas de fibrocemento (uralita) cubiertos con tierra y tapines, piedras y más sacos de arena.

Explosión de municiones

Los dos edificios rectangulares para el descanso de la tropa, cuyos números oscilaron entre 160 y 300 combatientes, se situaron en las partes oeste y este de Monte Bernorio. Este último tenía tres accesos y conserva los restos de al menos una rudimentaria estufa así como varios soportes para las vigas verticales que sostenían el bajo techo —los testigos aseguran que para un hombre de estatura normal era difícil mantenerse erguido—. La posición franquista se abastecía de refuerzos y suministros gracias a una pista de tierra abierta en la ladera sur de la montaña y que conectaba con el pueblo de Villarén.


Denario romano hallado en la rampa sur de Monte Bernorio.

Denario romano hallado en la rampa sur de Monte Bernorio. IMBEAC


En el sector oeste de Monte Bernorio todavía es distinguible la intrincada línea de trincheras y un gran número de pequeños cobertizos, los "chamizos". Aquí levantaron los romanos el fuerte después de destruir el oppidum y una torre en el punto más alto. En la Guerra Civil se vació parcialmente el interior de los restos que se conservaban de esa antigua estructura para construir un pequeño pero robusto almacén en el que guardar la munición. A pesar de las protecciones, un proyectil republicano penetró en su interior, provocando la explosión de unos 11.000 cartuchos de fusil y granadas de mano. El suceso se saldó con un importante número de bajas.

"El trabajo arqueológico realizado durante los últimos años, junto al análisis de la documentación escrita, nos han permitido reconstruir no solo el 'gran cuadro' de los acontecimientos militares, sino también muchos aspectos diarios de la vida de los soldados de los dos bandos del conflicto", concluyen los investigadores. "Por lo tanto, la arqueología puede ayudar a proporcionar un enfoque más 'de abajo hacia arriba', conectando la macrohistoria de la guerra con la microhistoria de los combatientes en un sitio específico". Monte Bernorio, el yacimiento donde se funde el rastro de las legiones romanas de Augusto con la Guerra Civil.


Uno de los refugios construidos en Monte Bernorio, con un cartel de Hotel Navarra.

Uno de los refugios construidos en Monte Bernorio, con un cartel de "Hotel Navarra". IMBEAC / Wifredo Román




Fuente:https://www.elespanol.com/

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