In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


lunes, 31 de mayo de 2021

UN PASEO BAJO LA SOMBRA DEL VESUBIO

 





Nápoles está tan dentro de mi memoria que siento el impulso egoísta de proclamar que me pertenece, pero no es cierto; soy yo la que pertenece a esa vieja tierra fronteriza y peligrosa por instinto, por genética, por amor; por eso hace un año que estudio el calendario, tratando de enlazar los días, urdir estrategias, combinar trenes y vacunas que puedan burlar la epidemia y me permitan volver. Aunque sea por última vez.

Mientras, me entretengo contabilizando bellezas pasadas en una aritmética melancólica que incluye puestas de sol en Chiaia, grafitis apasionados en las piedras de la bahía, el fragmento de una gigantesca luna tiñendo de plata el Castel dell’Ovo, el sabor de los spaghetti alle vongole recién hechos, los besos dulces de Virgilio, la cerveza fría en via Pignasecca, o la luz de aquella mañana de noviembre en la que, desde la terraza helada de mi hotel, contemplé por primera vez en mi vida el Vesubio completamente cubierto de nieve.

Ese amanecer excepcional, silencioso y gris me permitió viajar muy atrás en el tiempo, hasta aquel terrible año 79, en el que la ceniza enfurecida del volcán cubrió de muerte y olvido esta parte de la Campania.

A pocos kilómetros de la actual Nápoles, enfilando la carretera de Pozzuoli (pueblo natal de la bella Sophia Loren) el viajero puede seguir los pasos virgilianos que conducen a la Cueva del Oráculo de Cumas, acercarse a la entrada del Averno, reflejándose en las aguas tranquilas del cráter o beber un Chianti helado junto al Parco Somerso de Baia, el museo subacuático que conserva los húmedos restos de la que fuera base naval de la armada romana, sede de la más importante flota romana, la Classis Misenensis. Plinio el Viejo fue el prefecto a cargo de esa imponente flota naval, viviendo y trabajando junto a su sobrino en una villa cercana hasta aquel fatídico año 79. El muchacho, Plinio el Joven, será testigo y cronista de excepción en los días apocalípticos de la erupción del Vesubio, narrando en detalle los hechos, incluida la muerte heroica de su tío.

Comprenderán entonces que cuando la editorial Siruela me hizo llegar a casa el bello libro Bajo la sombra del Vesubio no lo leí, sino que me zambullí sin respirar al interior de sus páginas como si volviera a bucear de nuevo bajo el cabo Miseno. La ciega pasión por todo lo napolitano me hace ser muy parcial, y les confieso que me habría gustado igual si hubiese sido un libro más de los muchos que ahora se publican probando suerte a ver si suena la flauta mágica, pero resulta que no, que no es un libro más.

Escrito con una seducción que ya quisieran muchos novelistas actuales, este ensayo histórico que pretende biografiar las vidas de los dos Plinios trasciende su aspiración inicial. No se trata, en efecto, de una mera biografía, tampoco de un ensayo erudito y asfixiante ni, en el otro extremo, de un anecdotario superficial sobre un hecho ampliamente estudiado como es la erupción del Vesubio. Realmente es un libro de historia contada como solo los ingleses saben hacer (tienen una larga y fructífera tradición en ello): con una falsa sencillez como una sutil red urdida para cazar al lector.




Seduce sin remedio y sin prejuicios, porque desde el inicio este ensayo trata de esconder su erudición sobre el tema superponiendo a los datos la mirada inteligente, curiosa, humana, de los Plinios. Y ya está. Ya tiene atrapado al lector desde el primer capítulo, quien continúa la lectura de las casi 400 páginas hasta el final como si se tratara de un thriller, atravesando sin cansancio y con una creciente curiosidad la vida y el mundo de estos dos hombres que, no olvidemos, hasta casi la Baja Edad Media fueron considerados un solo Plinio, fundiendo en tratados y escritos al autor de La Historia Natural con su joven sobrino, el cronista de la erupción del Vesubio.

Por gustar, me ha gustado hasta el epílogo, lugar de agradecimientos reservado en este tipo de libros para el círculo más allegado al autor, por lo que casi nunca lo termino de leer, pero que en este caso sí hice, al ser muy revelador de la forma bella y singular, evocadoramente extraña, de contar la historia de su autora, Daisy Dunn, joven doctora en Clásicas e Historia del Arte en el University College de Londres, pero sobre todo dueña de una honesta, yo diría que hasta humilde y quizás por eso, rutilante manera de escribir:

“Trabajando en este libro he intentado rendir homenaje a los Plinios al ir adaptando mi escritura, como hicieron ellos también, a las estaciones del año: lanzándome a la nieve pliniana en lo más crudo del invierno y arando sus campos durante la canícula veraniega […]. A lo largo del proceso también he llegado a conocer un poco las tentaciones de Plinio. Estándome prohibido optar por el camino más fácil, he sostenido una ostra en la palma de mi mano, me la he acercado a la nariz y he acariciado el interior sedoso de su concha, aunque sin probar su carne. Soy aterradoramente alérgica a las ostras”.

No dejen de probar este fruto literario. Es delicioso.




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Ojalá este libro de Daisy Dunn (Londres, 1987) hubiera existido cuando yo estudiaba. En realidad hubo dos autores romanos llamados Plinio —el Viejo y el Joven, como se les conocía; un tío y su sobrino—, y nunca pude distinguirlos. Dunn hace una convincente defensa de ambos. A primera vista, su protagonista es el Joven, pero la autora va y viene de uno a otro, y el tío incluso acapara la atención por un tiempo. ¿Cómo competir con alguien tan intrépido como para morir intentado observar de cerca un volcán activo?

Plinio el Viejo, nacido alrededor del año 24 d. C., era un polímata, la clase de persona que no podía estarse quieto. Fue naturalista y filósofo, soldado y almirante, y un escritor incansable que produjo cerca de 100 obras. De ellas solo ha sobrevivido una: Historia natural, una enciclopedia en 37 volúmenes que pretendía contener todo lo que entonces se sabía sobre el mundo.

Su insaciable curiosidad fue lo que lo mató. Cuando el Vesubio entró en erupción el año 79 d.C., él y su sobrino de 17 años se encontraban a unos 48 kilómetros de allí, en Miseno, donde Plinio el Viejo tenía a su cargo la flota imperial. Fascinado por una extraña nube que apareció en el horizonte, decidió acercarse en barco e investigar, pero lo que empezó como una expedición científica pronto se convirtió en una misión de rescate, y acabó pereciendo asfixiado por la lluvia de ceniza y piedra pómez mientras intentaba que pareciese que no había de qué preocuparse.


Todo esto lo sabemos porque, unos 30 años más tarde, su sobrino escribió sobre la erupción en un par de cartas al gran historiador romano Tácito. Las cartas han sido objeto de numerosas antologías, y con razón: son vívidas y están llenas de suspense y de detalles conmovedores sobre el sufrimiento de los supervivientes. Plinio el Joven vivió para escribirlas porque, como era propio de él, estaba enfrascado en un libro y declinó la invitación a unirse a la expedición de su tío. Plinio el Viejo era audaz e imaginativo. El Joven, un empollón algo pedante. Hizo carrera como abogado ganando los casos no con elocuencia, como hacía Cicerón, sino por pura tenacidad.

Anhelaba ser un poeta del amor como Catulo (sobre el cual Dunn ha escrito un libro excelente), pero no tenía ni el talento ni el valor para revelar su erotismo con tanta franqueza. Su reputación literaria se basa en sus cartas, de las cuales han sobrevivido 247. Plinio afirmaba que las había recopilado y ordenado sin el menor cuidado, pero casi con total seguridad las retocó para dar buena imagen a la posteridad. Por ello, a veces resultan algo afectadas. Con todo, las cartas de Plinio brindan una visión valiosa y profunda de la vida romana a finales del siglo I y comienzos del II, cuando el Imperio estaba en su apogeo, pero también sumido en la inestabilidad política.

Salvo por su época de legado, el joven Plinio no llevó una vida agitada. No fue un héroe de guerra, como su tío; no tuvo una vida amorosa, como Catulo, ni una carrera política significativa, como Cicerón. Dividió la mayor parte del tiempo entre los tribunales y la atención a sus heredades, y se abrió camino en el escalafón senatorial agachando la cabeza.

Dunn es una buena escritora, con algo de la relajada erudición de Mary Beard, y sus traducciones de ambos Plinios son elegantes y precisas. Al final, su entusiasmo, junto con su buen ojo para los detalles sorprendentes, conquista al lector, y el joven Plinio emerge poco a poco como un personaje generalmente agradable, interesante por ser normal y por la manera en que se asemeja a nosotros, los habitantes del presente. Casi resulta familiar como nunca habría podido serlo Plinio el Viejo. Tal como señala la autora, era un detallista, no un gran pensador como su tío. Pero también era un hombre respetable y generoso que ayudó a los perseguidos por el tiránico Domiciano.

Incluso los fracasos de Plinio tienen algo entrañable. Estaba obsesionado con dejar alguna gran obra como la de su tío, pero no podía decidir cuál debía ser y temía no completarla nunca. “Los que viven de día en día inmersos en los placeres ven sus razones para vivir cumplidas a diario”, escribió, “mientras que para los que piensan en la posteridad y prolongan el periodo por el que serán recordados a través de su obra, la muerte es siempre repentina, ya que interrumpe algo antes de que esté terminado”. Por eso vacilaba y postergaba, mientras disfrutaba de algunos de esos placeres cotidianos, aunque quizá no en la medida suficiente como para ser feliz.



viernes, 28 de mayo de 2021

UN TABLERO DE JUEGO

 


Descubierto un tablero de juego de soldados romanos del siglo II a.d.C.

La tabula servía para jugar al ludus latrunculorum, o juego de los mercenarios





Un equipo de arqueólogos de la Universitat Autònoma de Barcelona ha localizado y documentado una piedra datada en el siglo II antes de Cristo, en la que los soldados romanos de un destacamento se distraían jugando al ludus latrunculorum, o juego de los mercenarios. Según la arqueóloga, Esther Rodrigo, que junto a Núria Romani, dirigen los trabajos de excavación del yacimiento del castellum romano de Puig de Castellar, en Biosca, (La Segarra), no es la primera tabula lusoria (tabla de juego) encontrada en restos arqueológicos en España o Europa, pero sí la más antigua hallada, ya que se sitúa entre los años 170 y 180 antes de C., en un enclave militar y después de la segunda Guerra Púnica, cuando las legiones de Roma acometieron la dominación definitiva de Hispania. 


Es un tablero de juego de época republicana y hallado en un contexto militar, mientras que los otros tabulae se han encontrado en edificios civiles y se han datado en época imperial, muy posteriores, como los hallados en Galicia o en el muro de Adriano en Britania.





El yacimiento de Puig de Castellar en Biosca se está excavando desde el año 2012 y el castellum cabe enmarcarlo en la presencia romana que irradia desde la ciudad de Iesso, la actual Guissona. “La encontró un estudiante en práctica durante las excavaciones del verano de 2019 y después de estudiarla, entendemos que es un elemento que nos puede ayudar a entender cómo serían los momentos de descanso de los legionarios romanos alojados en una fortificación en una zona ya pacificada, en una fortificación en la que tenían que matar el aburrimiento con lo poco que tenían”, afirma Esther Rodrigo.


La tabula apareció entre dos fuegos que servían para calentar la estancia donde se alojaban los soldados, un espacio que los acogía y que debía servir de alojamiento y dormitorio. La piedra presenta una retícula cuadrangular de 11 por 16 casillas, en total 176 casillas, un diseño casero, probablemente fabricado por los mismos soldados que le dieron uso.

Según los testimonios escritos de la literatura latina, el ludus latrunculorum, o juego de los mercenarios no sería un entretenimiento de azar, sino que los jugadores debían desarrollar su ingenio e inteligencia al tratarse de un juego de estrategia y táctica militar. Según Esther Rodrigo, “las fuentes literarias no se ponen de acuerdo y desconocemos, no tenemos certeza ni sobre las reglas ni sobre cómo se desarrollaba”. “Los especialistas que hemos consultado –añade- se muestran de acuerdo en que sobre el tablero dos jugadores confrontaban dos ejércitos, y se erigía como ganador el que conseguía mantener un mayor número de piezas sin capturar en juego. La estrategia consistiría en intentar acorralar, inmovilizar y capturar las fichas del contrincante hasta conseguir su rendición”. Las excavaciones no han encontrado ninguna ficha del ludus latrunculorum.






El castellum romano de la colina de Puig de Castellar en Biosca sirvió para avanzar en la pacificación de los territorios que las legiones romanas iban conquistando en Hispania. Las excavaciones del equipo arqueológico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UAB, seguirán en los próximos veranos. Se sabe que estaba amurallado y que en el centro estaba el edificio del comandante del puesto y que los soldados se alojaban en casas que se construían junto a las murallas. El recinto militar fue abandonado probablemente entre el siglo II y I antes de Cristo sin violencia, probablemente por qué ya no tenía la utilidad militar para la que fue construido después de la Segunda Guerra Púnica, cuando Carthago delenda est.



martes, 25 de mayo de 2021

FRIGIDARIUM DE LA LEGIO VI VICTRIX

 

Descubren la gran piscina del frigidarium de la Legio VI Victrix

Casi un siglo separa las termas de la Legio VI Victrix de la VII Gemina, un centenar de años en los que el suelo de la actual ciudad se alzó al menos un metro de altitud. El imperio modificó el campamento y uno de sus edificios principales

Recreación del frigidarium de las termas


Se sabía que estaba, pero no cómo era ni su disposición. Los vestigios de la Legio VI se perdieron en gran parte por la ocupación de la Legio VII Gemina, pero los arqueólogos no han dejado de buscar los enclaves en los que aquellos primeros emisarios imperiales trazaron la efigie de lo que hoy es León. Uno de ellos es el catedrático de arqueología de la Universidad Complutense de Madrid Ángel Morillo Cerdán que, junto a Victorino García Marcos y Rosalía Durán, ha perfilado las diferentes dependencias de las termas del primer campamento. «Ya sabíamos que las termas de la Legio VII eran más grandes que la Catedral. Había salas calefactadas de 30 metros de longitud con un hipocausto de un metro de altura, pero no conocíamos la disposición de las termas anteriores. Los primeros restos surgieron tras las labores de restauración de la Catedral a mediados del siglo XIX. En 1996 las obras en el Sector de Puerta Obispo pusieron al descubierto, junto a la porta principalis sinistra del campamento de la Legio VII Gemina, la esquina de la gran manzana ocupada por el edificio termal. Dichas evidencias se encontraban muy arrasadas debido a la subida de la cota de la topografía original del campamento en este sector, que presentaba un fuerte declive hacia el este, lo que impidió proseguir la excavación hasta delimitar las estancias-

La primera evidencia

Morillo Cerdán, catedrático de arqueología de la Complutense, ha hallado la primera evidencia de las termas de la Legio VI, en concreto la gran piscina del frigidarium (sala fría), primera etapa del circuito propio de los ‘spas’ romanos. El análisis arqueoarquitectónico ha permitido conocer la secuencia constructiva completa del mismo, sin duda vinculado a las termas legionarias que se extendían bajo la gran manzana que después ocuparía la Catedral. Este espacio estuvo ocupado en un primer momento por la gran piscina de un frigidarium, construida en opus caementicium y pavimentada en opus spicatum, inscrita en una gran estancia rectangular que se pierde bajo la Catedral. Algunos argumentos permiten proponer su antecedencia a la construcción de la gran puerta monumental, por lo que debería corresponder al campamento julioclaudio ocupado por la Legio VI Victrix entre 15 y 68 d. C.

En una fase posterior, la piscina fue amortizada y reutilizada, conformando la infraestructura de unas letrinas cuadrangulares, pavimentadas con losas de piedra y dotadas de una antecámara con un posible labrum y un zócalo con placas marmóreas importadas de Estremoz (Portugal). Aunque se han perdido por completo los asientos, es posible determinar que presentaban bancos corridos en dos o tres de sus lados, posiblemente de madera. Esta transformación debió tener lugar en el momento en que se construye la porta principalis sinistra, obra monumental erigida durante el último tercio del s. I d. C. La estancia destinada a las letrinas de las termas permaneció en uso hasta la segunda o tercera décadas del s III d. C. En ese momento el espacio sufre una nueva adaptación en la que se emplea abundante ladrillo reutilizado, que amortiza completamente las letrinas. De hecho, durante las catas aparecieron monedas depositadas en el fondo del canal de desagüe de las letrinas, que marcan la historia de este edificio desde época flavia hasta mediados del Siglo III, época en la que desaparecen esta infraestructura sanitaria. El posicionamiento topográfico de los restos constructivos permite avanzar interesantes datos de cara a la reconstrucción del urbanismo y los cambios en la topografía de este sector del campamento romano de las legiones VI Victrix y VII Gemina.

La ciudad creció un metro

De hecho, Ángel Morillo destaca que hay zonas exteriores al campamento que se alzaron alrededor de seis metros en menos de un siglo, mientras en su interior el nivel de paso subió un metro, extremos que dan una idea de lo que supuso la transformación de León entre la época augustea y la llegada de la Legio VII en tiempos del el emperador Galba.



Fuente:  https://www.diariodeleon.es/

domingo, 23 de mayo de 2021

TERMAS DE TRAFALGAR

  

Descubren unas termas romanas entre las dunas del Cabo de Trafalgar, en Cádiz



Un grupo de arqueólogos de la Universidad de Cádiz ha descubierto unas termas romanas en el Cabo Trafalgar. Las dunas que rodean la zona han protegido durante casi dos mil años estos restos que ahora han salido a la luz en un estado excepcional de conservación.

"Es una estructura con un estado de conservación excepcional en la Península Ibérica y, en general, en el Mediterráneo Occidental", explica el catedrático de Arqueología de la Universidad de Cádiz, Darío Bernal. Lo llamativo de este caso es que la estructura mantiene en pie casi cuatro metros de alzado, con sus puertas y sus ventanas.

Darío Bernal y su equipo han constatado que se trata de un sofisticado complejo termal rural, que disponía de un circuito de aire caliente alimentado por un horno que emanaba a través de cámaras en suelo y en las paredes. Se estima que su antigüedad puede datar del siglo V después de Cristo.

Su hipótesis es que estas termas servirían para dar un servicio de higiene, y de ocio, a los trabajadores de las almadrabas, de las fábricas de salazones y de acuicultura de la zona, unos empleos que a buen seguro impregnaban de olor y suciedad a quienes lo desempeñaban.

De hecho, cuando Darío Bernal y su equipo comenzaron a excavar la parte de la construcción que permanecía visible sobre el suelo, un muro de unos treinta centímetros, esperaban encontrar una cetaria, un vivero comunicado con el mar donde se mantienen para su engorde de crustáceos y pescados.


La presencia romana en Cádiz

Estas estructuras son en realidad el objetivo del proyecto de investigación "Arqueostra" que este equipo de arqueología desarrolla en el Cabo de Trafalgar y en los Caños de Meca para estudiar el origen de la acuicultura, una práctica que inventaron los romanos, en Andalucía y en Marruecos. Muy cerca del propio Faro de Trafalgar, a unos 500 metros del lugar en el que han emergido las termas, ya emergieron hace años unas estructuras de viveros y piletas romanos, supuestamente de una etapa anterior al nuevo hallazgo.

El hallazgo de estas nuevas termas, con varias habitaciones que posiblemente contarían con distintas temperaturas y piletas con agua, da idea de que el enclave pesquero que habría en esta zona era "mucho más importante de lo que pensábamos", ha explicado Bernal. "Si tenían un complejo termal, probablemente hay varios edificios más soterrados que esperamos poder investigar y sacar a la luz en los próximos meses", añade.

Estos asentamientos de acuicultura serían un prueba de que, tras la pacificación de Hispania, a esta zona llegaron colonos italianos de clase alta que implantaron los modelos de desarrollo urbanístico que tenían en su tierra de origen.

"Es sus residencias de recreo solían tener viveros. Era un elemento de ostentación. Hay muchísimos escritos que relatan como las élites romanas presumían del tamaño de viveros y de las especies que criaban para consumo propio o para vender. Cicerón siempre atacaba estos excesos", cuenta Darío Bernal. Las termas halladas ahora, conservadas gracias a la rapidez con la que, al ser abandonadas, el viento las sepultó en arena, son otra prueba más del rico mundo romano que habitó en estas costas.

Una tumba de la Edad de Bronce

El hallazgo de la terma romana ha destapado más tesoros de la historia. A escasos metros del Faro de trafalgar, también se ha descubierto una tumba megalítica. En una cueva artificial, excavada por el hombre, se ha encontrado una cámara circular funeraria de casi tres metros de profundidad.

Los arqueólogos de la Universidad de Cádiz estiman que hace 4.000 años el paisaje debió despertar la admiración de los habitantes de la zona para escoger este espacio como lugar de sepultura. "Debieron sentir que era un sitio especial para enterrar a sus seres queridos", explica el profesor Eduardo Vijande, que se ha encargado de esta excavación con el equipo del Área de Prehistoria de la Universidad de Cádiz.

La cámara ha sido hallada intacta, ya que no ha sido abierta desde la deposición funeraria. En ella estaban los restos óseos completos de una mujer adulta en muy buen estado de conservación, junto a adornos como cuentas de collas verdes o hechas con conchas, dos pequeños pendientes de oro y un peine de hueso.

En el pasillo que conduce a la cámara se han encontrado múltiples piezas cerámicas y restos óseos de al menos cinco individuos en un osario, también en muy buen estado de conservación. Su estado es excepcional, tanto el de la tumba como el de los restos, algo que permitirá interesantes estudios para ver el parentesco de los individuos allí enterrados, conocer su dieta y concretar con más exactitud la fechas en las que el enterramiento estuvo abierto.

El hallazgo y las características de esta tumba hacen pensar que el Tómbolo de Trafalgar fue una necrópolis y que en los alrededores probablemente haya más enterramientos descansando bajo la arena de las dunas, un elemento que ha facilitado la conservación de estos restos.


Fuente: https://www.rtve.es/noticias

jueves, 20 de mayo de 2021

ENTRE CAZADORES Y VENUS (EL SALAR)

 

La villa romana de Salar y sus venus al fin son reconocidas como Bien de Interés Cultural





La Junta acuerda este martes inscribir el entorno arqueológico y sus maravillosas venus en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz con esa designación para protegerlas

A estas alturas, muchísimas personas han visitado la villa romana de Salar y han descubierto de primera mano el enorme valor del entorno arqueológico. En él, se han encontrado numerosos mosaicos geométricos, restos de pinturas murales, un mosaico figurativo de caza excepcional y tres venus en buen estado de conservación. Dos de ellas descansan hoy día (por derecho propio tras una polémica interminable) en el Museo Arqueológico.

El Consejo de Gobierno de la Junta ha acordado este martes inscribir, a instancias de la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico, en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultural (BIC), con la tipología de Zona Arqueológica, la Villa Romana de Salar, una de las más importantes y singulares villas romanas documentadas, y las venus allí aparecidas.




En concreto, y según ha informado la Junta tras el Consejo de Gobierno, "por su íntima vinculación con el inmueble", tienen la consideración de Bien de Interés Cultural estas esculturas de Venus realizadas en mármol blanco que, "representadas en actitud púdica, están depositados en el Museo Arqueológico". Para la protección se ha delimitado un área de entorno del BIC siguiendo criterios paisajísticos. El paisaje actual aterrazado es el resultado de las transformaciones antrópicas llevadas a cabo desde época medieval para la puesta en explotación y nuevas formas de agricultura.

Fundada en época altoimperial (principios del siglo I d.C.), fue remodelada y monumentalizada en el primer tercio del siglo IV d.C. y, finalmente, abandonada durante la primera mitad del siglo VI d.C. La Villa Romana de Salar representa un importante testimonio material sobre la evolución histórica del municipio, además de la transición del enclave desde su fundación hasta su abandono.




Constituye uno de los máximos exponentes para el estudio de la arquitectura doméstica de ámbito rural hispano gracias a la observación de sus mosaicos, pinturas murales, columnas y esculturas femeninas. Aunque aún está por delimitar en su perímetro total, en la actualidad está documentada la zona de residencia del señor de la villa (pars urbana), compuesta por, entre otros, un patio central porticado (peristilo), un espacio de representación y comedor principal (triclinium), y un santuario dedicado a las ninfas y a las fuentes (ninfeo).

Destaca la utilización de técnicas constructivas de gran singularidad escasamente difundidas en la Hispania romana, como la colocación de láminas de plomo en la base de las columnas a modo de juntas de dilatación, o la existencia de cubiertas abovedadas cerámicas decoradas con estucos y molduras policromadas, propias de equipos de trabajo del norte de África.

Muestra de la originalidad y la monumentalidad de la villa es el completo programa decorativo presente en todas sus estancias, con pavimentos de mosaicos prolícromos figurativos y geométricos con temática marina y escenas de caza, decoración parietal a base de pinturas murales y mármoles de colores, esculturas femeninas de mármol o columnas de diversas tonalidades.

Además, se ha localizado material arqueológico prehistórico (restos de talla de sílex) y abundante material de época romana, en concreto, cerámica tipo Terra sigillata Hispánica, restos de columnas, mármoles y elementos óseos cono agujas y pinzas relacionadas con la higiene personal.




Fuente:   https://www.granadahoy.com/

lunes, 17 de mayo de 2021

LA ARENA DEL COLISEO

 

El Coliseo de Roma volverá a tener suelo en 2023





La arena del circo máximo, que sólo se perdió a finales del siglo XIX, se reconstruirá según un proyecto sostenible que permitirá celebrar espectáculos.

El Coliseo de Roma reconstruirá en 2023 su arena, la platea en la que combatían los gladiadores, gracias a un proyecto marcado por la ecosostenibilidad para mejorar la visita a este emblemático edificio. El objetivo es dotar de un suelo al Anfiteatro Flavio, pues perdió el original con el paso de los siglos, dejando sus subterráneos al aire libre hasta nuestros días, a excepción de una pequeña parte de unos 600 metros cuadrados aún hoy cubierta. Las autoridades habían lanzado un concurso público para recibir proyectos que aportaran soluciones y, de los 11 presentados, finalmente se ha elegido el firmado por el estudio Milan Ingeniería, anunció hoy la directora del Coliseo, Alfonsina Russo, en una rueda de prensa en línea.

En cuanto a los plazos, Russo explicó que tras la selección de este proyecto, que se desarrollará en coordinación con la UNESCO, se lanzará una licitación pública por un máximo de 15 millones de euros para encontrar una empresa que construya la plataforma. Se espera que las obras arranquen ya a finales de este año o comienzos del 2022 para tener la arena lista en 2023.

Una estructura móvil y ecosostenible

La solución planteada, que promete ser totalmente respetuosa con un monumento muy delicado, consiste en una platea de unos 3.000 metros cuadrados que cubrirá todo el centro del Coliseo y se podrá abrir y cerrar para admirar sus subterráneos. Esta plataforma será construida con materiales "extremadamente ligeros", como un tipo de madera ecosostenible y acetilada muy resistente a bacterias y al tiempo, y no dañará el basamento o las paredes del edificio. Su culminación permitirá esencialmente dos cosas: preservar los espacios subterráneos de la meteorología y ofrecer a los visitantes una vista única del edificio, desde su punto central. "Hará la visita del Coliseo aún más estimulante", celebró el ministro de Cultura, Dario Franceschini, que desde 2014 trata de reconstruir la arena del anfiteatro de los emperadores.

Además, el futuro suelo del Coliseo tendrá un sistema con el que recogerá el agua de la lluvia para después emplearla en el suministro de los baños del edificio (el Coliseo hasta 2019, antes de la pandemia, recibía unas 25.000 personas al día). En cuanto a los subterráneos, en el pasado imperial recorridos por gladiadores y fieras, la plataforma que los cubrirá tendrá un sistema de alarma para detectar cualquier alteración del microclima que pueda perjudicar su estado.

Una discutida nueva vida para el Coliseo.

Además de ofrecer una experiencia novedosa al visitante, con un punto de vista inédito que permitirá apreciar el Coliseo en toda su majestuosidad, este pavimento hará que el edificio Flavio pueda ser usado para otras funciones. La idea es que permita acoger algún tipo de evento "de importancia internacional", aprovechando que es el auténtico emblema de Italia en el mundo, siempre y cuando no puedan suponer un peligro para su conservación. Pero no servirá para acoger grandes espectáculos, como se temía inicialmente, refirió el ministro Franceschini. En cualquier caso, el ministro es consciente de que la intervención generará debate entre historiadores y arqueólogos, divididos entre quienes apoyan recuperar la arena y los que prefieren que el Coliseo se quede como está por temor a dañarlo.




"Esta obra creo que creará debate como es natural (...) pero en mi opinión aporta un gran valor conjugando sostenibilidad, protección e innovación tecnológica", defendió el ministro. Esto pese a que en el pasado ya acogió eventos culturales, como el concierto en 2018 de la banda sonora de Gladiator, al que acudió precisamente el protagonista de la cinta, Russell Crowe. En cualquier caso los defensores del proyecto alegan que solo se trata de dar al Anfiteatro Flavio, construido en el siglo I d.C y Patrimonio de la Humanidad, un suelo que se sabe que existía hasta finales del siglo XIX. Así lo demuestra una histórica fotografía de los hermanos Alinari datada aproximadamente en 1870 y en la que se ve el Coliseo con su arena íntegra y con una cruz erigida en su centro, en el que tantos cristianos cayeron en épocas de persecución.


Fuente: https://www.elmundo.es/

jueves, 13 de mayo de 2021

UN YACIMIENTO OLVIDADO EN CARABANCHEL

 DOS DÉCADAS DE LUCHA



Terreno que ocupó la antigua cárcel- debajo el yacimiento olvidado


El tesoro de Carabanchel: un yacimiento del siglo IV bajo escombros y trapicheo

El Colegio de Arqueólogos de Madrid solicita a la Comunidad madrileña que declare BIC unos restos que ocupa más de 100 campos de fútbol en el distrito madrileño


“Queremos dejar de ser los de la cárcel. Que hagan ya algo con todo esto. Aquí podría estar el yacimiento y no este descampado. Está todo fatal” (...). Las que hacen estos comentarios son dos mujeres de más de 80 años, pulcramente maquilladas, con sus pendientes y colgantes - “de Madrid, concretamente de Carabanchel, que llevamos aquí 60 años”, puntualizan- que pasean a media mañana de esta semana por el pseudoparque que hay junto a la estación de metro Eugenia de Montijo en el barrio madrileño. A su alrededor hay mucho paseante de perro, también suciedad. Un poco más a lo lejos, la ermita Santa María La Antigua, del siglo XIII, -más limpia que hace unos, pero aún con grafitis, pese a ser BIC desde 2020- chabolas y manchas de haber cambiado el aceite, coches en los que uno se imagina cualquier trapicheo, una torre de alta tensión y lo que fueran los terrenos de la famosa cárcel franquista demolida en 2008. Un aspecto de lo más ochentero. Debajo, sin embargo, hay documentado un yacimiento del pueblo celtíbero de los carpetanos del siglo IV a.C y también restos de posteriores poblados romanos. “Que lo hagan ya. Ya no queremos ser más los de la cárcel”, insisten las dos mujeres que se confiesan adictas a las charlas que se dan sobre la historia del barrio en la asociación de vecinos. Incluso, hoy en día, por zoom.

Este yacimiento ha traído cola desde hace décadas. Ahora vuelve a estar en boca del vecindario porque el Colegio de Arqueólogos de Madrid solicitó el pasado 14 de abril a la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad que lo declarase Bien de Interés Cultural (BIC) con el fin de musealizar los restos encontrados. Pero no es la primera vez que piden protección para esta zona que ocupa unas 100 hectáreas. En términos de campos de fútbol, unos 100-120. Como cuenta a El Confidencial su presidente, Carlos Caballero, mientras paseamos por la zona, todo empezó en 1998 cuando escribieron un artículo a partir de unos restos que aparecieron en el cementerio de San Sebastián, que está junto a la ermita. Ahí fue cuando se inició una rocambolesca historia -también de dimes y diretes administrativos- que llega hasta este 2021.

Un mosaico del siglo II


Litografía del mosaico



No obstante, el principio de toda la historia no está a finales del siglo XX sino del siglo XVIII. Fue entonces cuando durante unas obras en la quinta de la marquesa Eugenia de Montijo, que se encontraba en esa zona -el palacete, como tantos otros de la burguesía y aristocracia que había en Carabanchel, desapareció en 1969 y en su lugar ahora hay torres de pisos y otras dotaciones- tuvo lugar un descubrimiento inesperado: un mosaico romano del siglo II que debía haber pertenecido al salón de una lujosa casa. Ahí comenzó a pergeñarse que debajo de todo aquello posiblemente había un yacimiento romano sobresaliente. De hecho, a día de hoy el mosaico se puede ver en el Museo de San Isidro y es el documento romano más importante de toda la región.

Se sucedieron otras obras y otras excavaciones y un siglo más tarde, para 1907, se hizo un plano, que hoy está en la Real Academia de la Historia, que detalla que debajo de los terrenos que ocupan la ermita, el cementerio y lo que después sería la cárcel, había un yacimiento que no solo era romano sino que había tenido otro tipo de habitantes siglos antes: los carpetanos, un poblado celtíbero que habitaba la zona en el siglo IV (de hecho, llegaban hasta Alcalá de Henares por el este, Collado Mediano por el norte, Consuegra por el sur y Talavera de la Reina por el oeste), que luchó contra los cartagineses y que, finalmente, se integró con los romanos.

 

“Este yacimiento es una ciudad con villas alrededor. En la zona de Pan Bendito y en la Casa de Campo se han encontrado también monedillas. Es decir, es una zona que estuvo habitada durante muchísimo tiempo. Hay muy pocas de estas en España”, afirma Caballero, quien pone como ejemplo la ciudad de Tarraco.



La anexión a Madrid

La zona ocupa la divisoria que existía a principios del siglo XX entre los pueblos de Carabanchel Alto y Carabanchel Bajo. De hecho, por eso se cree que está ahí esa ermita del XIII, la más antigua que queda en Madrid, ya que las solían construir en este tipo de enclaves. El yacimiento, sin embargo, no salió a la luz. En gran parte porque, sobre todo después de la Guerra Civil, que había dejado bastante destrozados ambos pueblos, preocupaban otras cosas. Principalmente a partir de 1948 cuando estos dos municipios se anexionan a la capital y pasan a convertirse en distritos. Fueron años en los que también se sumaron otros pueblos como Canillejas, Vicálvaro o Vallecas.

“Todos estos municipios sufrieron el mismo proceso: urbanizar y crear dotaciones. Es verdad que en ese momento todo eso se necesitaba, pero al hacerlo se cargaron todo lo que había”, comenta Caballero. Sonia Dorado Martín, vecina del barrio y conocedora bien de su historia -tiene un gran archivo fotográfico- sobre la que da charlas, apostilla que con Carabanchel hubo operaciones realmente desastrosas, como también cuenta Antonio Jesús de Antequera en ‘Patrimonio histórico en la periferia’. Por ejemplo, no solo con el asunto del yacimiento, sino también con las numerosas quintas de la burguesía y la aristocracia que había antes del siglo XX. De ellas habla Miguel Laso de la Vega en ‘Quintas de recreo de los carabancheles’. Caballero y Dorado recuerdan la frase del historiador José María Sánchez Molledo: ‘“Carabanchel, antes de la cárcel, fue reino”. Efectivamente, mientras desaparecían la quinta de los Montijo, la de Vistalegre -hoy no existen ni los templetes de la entrada ni el salón árabe- se erigía en 1940 la cárcel, que se inauguró en 1944. Cárcel de triste recuerdo para muchos opositores al régimen franquista.

La carretera que nunca se hizo

Ya en la era democrática, en 1999, la zona del yacimiento llegó de nuevo a los periódicos con la construcción de la nueva estación de metro Eugenia de Montijo (línea 5). Se hizo cerca de donde había estado el palacete de la marquesa y en la parte que había ocupado el antiguo ferrocarril que iba desde la estación de Goya (se llamaba así porque estaba cerca de la Quinta del Sordo en la que vivía Goya y donde concibió las pinturas negras. No hace falta que la busquen en Google Maps. Estaba cerca del puente de Segovia, pero también se ha perdido), hasta el pueblo toledano de Almorox. Durante esas obras se encontraron restos del pueblo romano, muros, restos de cerámica, un pozo… pero se siguió adelante y no se hizo nada más.

En 2005 comenzaron unas obras de prolongación de Vía carpetana hasta las Vía de los poblados. Entró la excavadora y ahí sí aparecieron los restos en todo su esplendor. Muros romanos del siglo I, además de diversos objetos. Y sí se hizo un control arqueológico. Es más, la Comunidad de Madrid encargó una propuesta de Bien de Interés Cultural para todo el área del yacimiento, que ocuparía esas cien hectáreas (incluyendo la cárcel, que estaba a punto de ser demolida). A la empresa de arqueología TAR se le encargó el “Informe preliminar de la limpieza, control arqueológico de los movimiento de tierra y documentación en la obra civil Prolongación Vía Carpetana. Tramo Ntra. Sra. de la Luz - C/ Pingüino. (Distrito de Carabanchel, Madrid), elaborado entre el 24 de Octubre del 2005 y 4 de Enero del 2006. Pero entonces llegó la sorpresa. “Nunca se tramitó. Pero es que la carretera tampoco se hizo y aún no sabemos por qué se paró todo eso”, se pregunta todavía hoy Caballero. Quien estaba al frente de la Dirección General de Patrimonio encargada de tramitar este informe y el BIC era José Luis Martínez Almeida, actual alcalde de Madrid.

A día hoy los restos que salieron a la luz con esa obra no se pueden ver, pero sí se atisba por dónde iba a ir esa prolongación -de seis carriles como mínimo-, convertida en ese pseudoparque/descampado por el que pasean los vecinos. “Y de noche es mejor no pasar”, apuntan tanto Dorado como Caballero.

Los restos están actualmente enterrados


¿Pisos o yacimiento?

Porque a la zona tampoco le fue demasiado bien años después con el equipo de Manuela Carmena. En 2019 el consistorio decidió construir en el descampado unos huertos urbanos y volvió a entrar con la excavadora dando lugar a que aparecieran de nuevo los restos. Pero lo hizo en terrenos que pertenecían al cementerio (aunque estuvieran fuera) y la Iglesia llamó para quejarse y parar las obras, a lo cual también se sumaron los vecinos. Aquello se volvió a tapar y hoy es un sitio vallado que, como reza un cartel, sirve para que los perros evacúen. Un lugar precioso. Y un sainete muy madrileño.

“Por eso es necesario que se haga ya algo. También hay vecinos que dicen que si se tienen que construir casas, pues que se hagan. Lo que la gente no quiere es tener esto”, afirma Dorado. De momento, los planes reales que hay son los de construir viviendas y un hospital en la antigua zona de la cárcel, de la que solo queda la entrada, un trozo de muro y una garita. Lo demás son hierbajos. Así está trazado en el Plan General de Urbanismo de 1997. Sin embargo, es un terreno que, aparte de a la Comunidad y a Pryconsa, también pertenece a Instituciones Penitenciarias y desde el Gobierno ya les han confirmado a los arqueólogos que tienen voluntad de llevar a cabo excavaciones para sacar los restos. Como si hubiera habido pocos, se avecina otro conflicto entre la Comunidad y el Gobierno. Por este motivo, Dorado pide un poco de consenso: “Los vecinos necesitamos el yacimiento abierto y Pryconsa y la Comunidad también pueden construir los pisos… Todo se puede hacer, porque se pueden musealizar los restos y después construir”.

Más de dos décadas de luchas por un yacimiento que sigue a varios metros de malas hierbas, cacas de perro y viviendas. Caballero asiente con un poso de resignación: “Es el modelo urbanístico de Madrid. La arqueología siempre ha ido detrás de la construcción”.




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