In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


lunes, 23 de mayo de 2022

EMPERADORES ROMANOS (I) CONSTANTINO EL GRANDE

 

Constantino el Grande





Nace el veintisiete de febrero del año 272. Constantino nació en Naissus que es la actual ciudad de Nis en Serbia. Su padre era el prefecto del pretorio Constancio Cloro que acabaría siendo el emperador Constancio I. Su madre fue Helena que llegó a ser canonizada. 

El padre de Constantino se casó, en segundas nupcias, con Flavia Maximiana Teodora, en el año 292, que era hija del emperador romano de occidente Maximiano. Teodora daría a Constantino seis hermanastros.

Constantino I fue emperador romano desde su proclamación por sus tropas, el veinticinco de julio del año 306, y gobernó un Imperio romano en constante crecimiento hasta su muerte. Se le conoce también como Constantino I, Constantino el Grande o, en la iglesia ortodoxa, las iglesias ortodoxas orientales y la iglesia católica bizantina griega, como San Constantino.

Al principio del siglo IV, el imperio estaba gobernado por una tetrarquía tal como hemos visto con el emperador Diocleciano Esta tetrarquía tenía dos Augustos, Diocleciano y Maximiano y dos Césares, Galerio y su padre Constancio I, que compartían el poder. El joven Constantino sirvió en la corte de Diocleciano en Nicomedia tras el nombramiento de su padre como uno de los dos césares de la tetrarquía en el año 293. 

Marcó el final de la primera tetrarquía con la renuncia de los dos augustos Diocleciano y Maximiano en el año 305. De esta forma los dos césares accedieron a la categoría de augusto y dos oficiales ilirios fueron nombrados nuevos césares. 

La segunda tetrarquía quedaba así formada como Augusto su padre Constancio I y Valerio Severo como César respectivamente, en el imperio de occidente y Galerio, Maximino Dava en la parte oriental del imperio.

Su padre Constancio cayó enfermo durante una expedición contra los pictos en Caledonia, muriendo el veinticinco de julio del año 306. Su hijo Constantino se encontraba junto a él en su lecho de muerte en Eboracum, en la Britania romana.

El general Chroco, de ascendencia alemana, y las tropas leales a la memoria de su padre le proclamaron Augusto, lo que fue aceptado rápidamente en Britania y Galia, pero rechazado en Hispania. 

Simultáneamente, el César occidental Valerio Severo, o Severo II, era proclamado Augusto por Galerio. Ese mismo año, el pueblo de Roma nombra emperador a Majencio, hijo del anterior tetrarca Maximiano. Este último regresa también a la escena política reclamando el título de Augusto.

Comienza así un período de veinte años de conflictos que culminarán con la asunción del poder absoluto por Constantino el Grande. De este primer grupo de contendientes, el primero en caer fue Severo traicionado por sus tropas, mientras que por su parte Constantino y Maximiano concertaban una alianza. 

Al final del año 307, había cuatro Augustos: Constantino, Majencio, Maximiano y Galerio y un solo César, Maximino Daya.

A pesar de la mediación de Diocleciano, al final del año 310, la situación era aún más confusa con siete Augustos: Constantino, Majencio, Maximiano, Galerio, Maximino, Licinio y Domicio Alejandro, vicario de África y autoproclamado Augusto.

Comenzaron a desaparecer candidatos en este entorno convulso, Domicio Alejandro fue asesinado por orden de Majencio, Maximiano se suicidó asediado por Constantino y Galerio falleció por causas naturales.

Finalmente, Majencio fue relegado por los tres Augustos restantes y finalmente vencido por Constantino en la batalla del Puente Milvio, en las afueras de Roma, el veintiocho de octubre del año 312. Una nueva alianza entre Constantino y Licinio selló el destino de Maximino, quien se suicidó tras ser vencido por Licinio en la batalla de Tzirallum, en el año 313.

A partir de este punto, el imperio quedaba dividido entre Licinio en Oriente, y Constantino en Occidente. Tras los enfrentamientos iniciales, ambos firmaron la paz en Serdica en el año 317. 

Durante este período ambos nombraron Césares según su conveniencia, entre los miembros de su familia y círculo de confianza. En el año 324, después de sitiar Bizancio y vencer a la armada de Licinio en la batalla de Helesponto, Constantino logró derrotar definitivamente a las fuerzas de Licinio en Crisópolis.

SU ACCIÓN POLÍTICA

La victoria de Constantino en el año 312, sobre Majencio en la batalla de Puente Milvio le convirtió en gobernante de todo el Imperio romano de Occidente. Gradualmente fue consolidando su superioridad militar sobre sus rivales de la ya desmenuzada tetrarquía. 

Constantino representa el nacimiento de la monarquía absoluta y hereditaria. Durante su reinado se introdujeron importantes cambios que afectaron a todos los ámbitos de la sociedad del Bajo Imperio. 

Reformó la corte, las leyes y la estructura del ejército. Constantino trasladó la capitalidad del imperio a Bizancio a la que cambió el nombre por Constantinopla en el año 330. 

Más allá de los límites del Imperio, al este del río Éufrates, los gobernantes sásanidas de Imperio persa habían sido por regla general tolerantes con sus cristianos. Pero ahora los cristianos de Persia podían ser identificados como aliados del antiguo enemigo y fueron por ello perseguidos. 




En una carta atribuida al emperador Constantino I destinada a Sapor II que se supone escrita en el año 324, se urgía a Sapor a proteger a los cristianos de su reino, tras lo que Sapor II escribió a sus generales:

“Arrestaréis a Simón, jefe de los cristianos. Le detendréis hasta que firme este documento y consienta en recaudar para nosotros un impuesto doble y un doble tributo de los cristianos. Nosotros debemos llevar por los dioses el peso de la guerra mientras ellos únicamente se dedican al descanso y el placer. Habitan nuestro territorio y son amigos del César, nuestro enemigo”.

Ya ocupada Roma, Constantino celebró sus victorias contra los germanos del Danubio en el año 296, Rin entre los años 305 y 306, los persas en Siria y los pictos en el año 306. Su éxito más importante en esas campañas fue sometimiento de Chroco, rey de los alamanes, en el año 306. 

En el año 320, Licinio, emperador de la parte Oriental del Imperio, renegó de la libertad de culto promulgada en el Edicto de Milán en el año 313 e inició una nueva persecución de los cristianos. 

Esto suponía una clara contradicción, ya que su esposa Constancia, hermanastra de Constantino, era una influyente cristiana. Esto derivó en una disputa con Constantino en el oeste, que tuvo su clímax en la gran guerra civil del año 324. 




Licinio, ayudado por mercenarios godos, representaba el pasado y la antigua fe del paganismo. Constantino y sus francos marcharon bajo el estandarte cristiano del lábaro, y ambos bandos concibieron el enfrentamiento como una lucha entre religiones. 

Supuestamente rebasados en número, aunque enaltecidos por su celo religioso, el ejército de Constantino resultó finalmente victorioso, primero en la batalla de Adrianópolis en el año 324, y más tarde su hijo Crispo dio el golpe de gracia a Licinio en la batalla naval de Crisópolis. Ahora era el único emperador de un Imperio romano reunificado

Esta batalla representó el final de la vieja Roma y el inicio del Imperio Oriental como centro del saber, de la prosperidad y de la preservación de la cultura. Constantino reconstruyó la ciudad de Bizancio, cuyo nombre procedía de los colonos que la fundaron en el 667 a. C., procedentes de la polis griega de Megara.

La ciudad fue refundada en el año 324, renombrada Constantinopolis, y se acuñaron monedas conmemorativas para celebrar el evento.

Constantino renombró la ciudad, poniéndole el nombre de Nueva Roma, otorgando a ésta un Senado y oficiales civiles de forma similar a la antigua Roma, y bajo la protección de la supuesta Vera Cruz, la vara de Moisés y otras reliquias sagradas. 

Las imágenes de los viejos dioses fueron reemplazadas o asimiladas con la nueva simbología cristiana. Sobre el lugar donde se levantaba el templo de la diosa Afrodita se construyó la nueva Basílica de los Apóstoles. 


Dirigió el gobierno central en compañía de un Consejo asesor, conocido como el Sacrum Cibsistorium. El Senado recuperó sus poderes y comenzó a emitir el solidus de oro, que fue la moneda de uso hasta el final del Imperio Bizantino.




Constantino I culmina las tendencias autoritarias y dirigistas del emperador Diocleciano, completando la evolución del Imperio romano hacia el absolutismo. Se reforzaron el ejército, la policía y los servicios de información

Se reestructuró la administración con un criterio centralista, desarrollándose la burocracia y se estableció un riguroso ceremonial cortesano tendente a resaltar la supremacía del emperador y su carácter divino.

Completó el proceso de vinculación de los colonos a la tierra que cultivaban poniendo las bases de la institución medieval de la servidumbre. Puede considerarse que en el gobierno de Constantino I se sentaron las bases de lo que será posteriormente la Edad Media europea.

SU OBRA ADMINISTRATIVA

Constantino respetaba la cultura y el cristianismo, y su corte estuvo compuesta por viejos, respetados y honorables hombres. A aquellas familias romanas que rehusaban el cristianismo se les denegaban las posiciones de poder, si bien dos tercios de los altos cargos del gobierno siguieron siendo no cristianos.

Constantino retiró su estatua de los templos paganos. La reparación de estos templos fue prohibida, y los fondos fueron desviados en favor del clero cristiano. Se suprimieron las formas ofensivas de adoración, fueran cristianas o paganas.




Las leyes de Constantino mejoraron en muchas facetas las de sus predecesores, aunque también son un reflejo de una época más violenta. Algunos ejemplos de estas leyes son:

  • Por primera vez, las niñas no podían ser secuestradas.
  • Se ordenó la pena de muerte para todos aquellos que abusaran de la recaudación de impuestos recaudando más de lo autorizado.
  • No se permitía mantener a los prisioneros en completa oscuridad, sino que era obligatorio que pudieran ver la luz del día.
  • A un hombre condenado se le podía llevar a morir a la arena, pero no podía ser marcado en la cara, sino que debía serlo en los pies.
  • Los padres que permitieran que sus hijas fueran seducidas serían quemados introduciéndoles plomo fundido por la garganta.
  • Los juegos de gladiadores fueron eliminados en el año 325, aunque esta prohibición tuvo poco efecto.

  • El propietario de un esclavo tenía sus derechos limitados, aunque aún podía golpearlo o matarlo.
  • La crucifixión fue abolida por razones de piedad cristiana, aunque el castigo fue sustituido por la horca para mostrar que existía la ley romana y la justicia.
  • La Pascua podía celebrarse públicamente. El Concilio de Nicea estableció, en el año 325, la regla según la cual la Pascua se celebraría el primer domingo tras la luna llena, que sigue al equinoccio de primavera del hemisferio norte.
  • El domingo fue declarado día de reposo, el siete de marzo del año 321, por primera vez en la historia, en el cual los mercados permanecerían cerrados, así como las oficinas públicas y talleres, excepto para el propósito de la liberación de esclavos. Se permitía, si era necesario, en las granjas.

Constantino continuó la reforma introducida por Diocleciano, que separaba el poder civil y militar. Como resultado, generales y gobernadores poseían menos poder que durante la anarquía militar. 




Criterios tanto económicos como de seguridad llevaron a la modificación de la Gran Estrategia del Imperio romano durante la primera época del siglo IV. Constantino convirtió el viejo sistema de frontera fortificada en un sistema de defensa elástica en profundidad, con la formación de una gran reserva central en detrimento de las tropas de frontera y el fortalecimiento de la caballería. El mando del nuevo ejército móvil era compartido por dos mariscales de campo.

Constantino disolvió la guardia pretoriana y en su lugar estableció las Scholae Palatinae, que era un cuerpo de caballería de élite, principalmente de origen germánico. Por otra parte, el tamaño de la legión se redujo a 1.000 soldados en lugar de los habituales 5.000.

A lo largo de su reinado, Constantino introdujo un importante número de cambios en el sistema monetario. El tradicional áureo dio paso a una nueva moneda, el sólido de 4,50 gramos, como moneda estándar del Imperio romano. 

Otras nuevas monedas de oro fueron el semis o medio sólido y el scripulum que era 3/8 de sólido. En cuanto a las monedas de plata, introdujo el miliarense de 4,5 gramos, con un valor de 1/18 de sólido y la siliqua con un valor de 1/24 de sólido.

El follis, moneda de bronce con baño de plata sufrió varias reducciones de tamaño. Se desconoce el nombre de las nuevas monedas resultantes y se ha adoptado para ellas un nombre en código en función de su tamaño.

Las monedas acuñadas por los emperadores revelan con frecuencia su iconografía personal. Durante la primera parte del gobierno de Constantino, las representaciones de Marte y posteriormente de Apolo, aparecen de forma constante en el reverso de las monedas. 




Los emperadores retrataron al Sol Invictus en su moneda oficial, con una amplia gama de leyendas, solo algunas de las cuales incorporaron el epíteto invictus, como la leyenda SOLI INVICTO COMITI, reclamando al Sol no conquistado como un compañero del Emperador, utilizado con particular frecuencia por Constantino. 

La descripción representa a Apolo con un halo solar al modo del dios griego Helios y con el mundo en sus manos. El mismo Constantino aparece con un halo en el año 320. 

Existen monedas mostrando a Apolo conduciendo el carro del sol sobre un escudo que Constantino sostiene. En otras monedas del año 312, se muestra el símbolo cristiano del crismón sobre la armadura de Constantino. La moneda oficial de Constantino continúa llevando imágenes del sol hasta el año 325 - 326.

Los grandes ojos abiertos y fijos son una constante en la iconografía de Constantino, aunque no era un símbolo específicamente cristiano. Esta iconografía muestra cómo las imágenes oficiales cambiaban desde las convenciones imperiales de los retratos realistas hacia representaciones más esquemáticas

El emperador como emperador, no simplemente como Constantino, con su amplia y característica barbilla. Esos grandes ojos abiertos y fijos se harían aún más grandes a medida que progresara el siglo IV.  



CONSTANTINO Y LA RELIGIÓN

Constantino es conocido por ser el primer emperador romano que autorizó el culto cristiano. Los historiadores cristianos desde Lactancio se decantan por un Constantino que adopta el cristianismo como sustituto del paganismo oficial romano. El historiador y filósofo Voltaire, no obstante, aseguró que “Constantino no era cristiano y no sabía qué partido tomar ni a quién perseguir”.

El Edicto de Milán no fue la causa del triunfo del cristianismo, sino una respuesta astuta de Constantino frente al crecimiento exponencial del número de cristianos en el Imperio romano. Muchos historiadores actuales rechazan la conversión de Constantino al cristianismo y cuestionan la narrativa apologética de Eusebio de Cesárea y de Lactancio.  

Su reinado llegó a ser un momento crucial en la historia del cristianismo, en la cual Constantino no sería bautizado hasta hallarse en su lecho de muerte. Constantino es llamado, por su importancia, el decimotercer apóstol en las Iglesias Orientales.

Su relación con el cristianismo fue difícil, ya que fue educado en la adoración del dios Sol, cuyo símbolo portaba y cuyo culto estaba asociado oficialmente al del emperador.

Si seguimos a Eusebio de Cesarea en su obra “Vita Constantini”, su conversión fue el resultado inmediato de un presagio antes de su victoria en la batalla del Puente Milvio, del veintiocho de octubre del año 312.

Se piensa que la influencia de su familia fue en parte la causa de su adopción del cristianismo. Se dice de su madre Helena probablemente naciera en una familia cristiana

Helena realizó en sus últimos años numerosas peregrinaciones. No todos los historiadores están de acuerdo en cuanto a la forma de la conversión de Constantino y explican su acercamiento a los cristianos, entre otras razones, por la necesidad política de conseguir apoyos, sobre todo en los territorios orientales, ante sus aspiraciones de convertirse en emperador de Oriente y reunificar el imperio bajo su único mandato.

Poco después de la batalla del Puente Milvio, Constantino entregó al Papa Silvestre I un palacio romano que había pertenecido al emperador Diocleciano y anteriormente a la familia patricia de los Plaucios Lateranos, con el encargo de construir una basílica de culto cristiano. 

El nuevo edificio se construyó sobre los cuarteles de la guardia pretoriana de Majencio, los Equites singulares, convirtiéndose en sede catedralicia bajo la advocación del Salvador, substituida ésta más tarde por la de San Juan. Actualmente, se la conoce como la Basílica de San Juan de Letrán. 

El emperador Constantino hizo construir otra basílica en Roma en el año 324, en el lugar donde según la tradición cristiana martirizaron a San Pedro, en la ColinaVaticana, que actualmente acoge a la Basílica de San Pedro. Constantino apoyó financieramente la construcción de la iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén en el año 326.

En febrero del año 313, y probablemente aconsejado por el obispo de Córdoba, Osio, Constantino se reunió con Licinio en Milán, donde promulgaron el Edicto de Milán, declarando que se permitiese a los cristianos seguir la fe de su elección. 

Con ello, se retiraron las sanciones por profesar el cristianismo, bajo las cuales muchos cristianos habían sido martirizados, y se devolvieron las propiedades confiscadas a la Iglesia. 

El Edicto no solo protegió de la persecución religiosa a los cristianos, sino que sirvió también para las demás religiones, permitiendo que cualquier persona pudiese adorar a la divinidad que eligiese. 

Un Edicto similar ya se había emitido en el año 311 por Galerio, entonces emperador, primero entre sus iguales, de la tetrarquía. El edicto de Galerio concedía a los cristianos el derecho a practicar su religión, pero no a recuperar los bienes confiscados.

El Edicto de Milán incluía varias cláusulas que establecían que todas las iglesias confiscadas durante la persecución de Diocleciano serían devueltas, así como otras disposiciones sobre los anteriormente perseguidos cristianos. 

Sin embargo, lo cierto es que, a partir de ese momento, el cristianismo pasa a adquirir el estatus de religión privilegiada y se inician las persecuciones a las demás religiones.

Tras el Edicto se abrieron nuevas vías de expansión para los cristianos, incluyendo el derecho a competir con los paganos en el tradicional cursus honorum para las altas magistraturas del gobierno, otorgándose privilegios al clero así como la exención de ciertos impuestos. Ganaron una mayor aceptación dentro de la sociedad civil en general. 

Se permitió la construcción de nuevas iglesias y los dirigentes cristianos alcanzaron una mayor importancia. Como muestra de ello, los obispos cristianos adoptaron unas posturas agresivas en temas públicos, que nunca antes se habían visto en otras religiones.

Por otra parte, Constantino posiblemente conservó el título de pontifex maximus hasta su muerte, un título que los emperadores romanos ostentaban desde Augusto como jefes de la antigua religión roman,a hasta que Graciano el Joven renunció al título en el año 383. 

Según los escritores cristianos, Constantino finalmente se declararía a sí mismo cristiano cuando tenía más de cuarenta años, escribiendo a los cristianos para dejarles claro que creía que debía su éxito a la protección del Dios cristiano.

Constantino tampoco patrocinaría únicamente al cristianismo. Después de obtener la victoria en la batalla del Puente Milvio mandó erigir un arco triunfal, el Arco de Constantino, construido en el año 315 para celebrarlo. 

El arco, que está decorado con imágenes de la Victoria con trofeos y sacrificios a dioses como Apolo, Diana y Hércules, no contiene ningún simbolismo cristiano.

Constantino, siguiendo una extendida costumbre de la época, no fue bautizado hasta cerca de su muerte en el año 337, cuando eligió para que le administrara este sacramento al obispo arriano, Eusebio de Nicomedia, quien, a pesar de ser aliado de Arrio, aún era el obispo de la región. Eusebio era también amigo íntimo de la hermana de Constantino, lo que probablemente asegurara su vuelta desde el exilio.

Aunque el cristianismo no se convertiría en religión oficial del Imperio hasta el final de aquel siglo, y será a través del emperador hispano Teodosio el Grande con el Edicto de Tesalónica en el año 380. 

Constantino dio un gran poder a los cristianos, una buena posición social y económica a su organización, concedió privilegios e hizo importantes donaciones a la iglesia, apoyando la construcción de templos y dando preferencia a los cristianos como colaboradores personales.




Las controversias de la Iglesia, que habían existido entre los cristianos desde mediados del siglo II aparecían ahora en público y frecuentemente de una forma violenta. Constantino consideraba, que era su deber como emperador, designado por Dios para ello, calmar los desórdenes religiosos.

Convocó el Primer Concilio de Nicea que se desarrollo desde el veinte de mayo al veinticinco de julio del año 325, para terminar con algunos de los problemas doctrinales, que infectaban la Iglesia de los primeros siglos, especialmente el arrianismo. 

Durante las discusiones de carácter teológico en el Concilio de Nicea, por el análisis de las cartas escritas por Constantino, se evidencia una gran carencia de formación teológica, y los estudiosos descartan la posibilidad de que él pudiese haber influido en la doctrina de la Iglesia debido justamente a este desconocimiento en teología. 

Muchos se preguntan por qué el Papa Silvestre I no asistió a dicho concilio, siendo el más indicado para presidirlo, motivos poderosos debieron ser los que le sujetasen en Roma, porque lo que sí sabemos es que, aparte de Osio de Córdoba, el Papa envió en su representación a dos delegados papales, Vito y Vicencio, que actuaron en su nombre. 

El Papa no solo asumió como suyo todo lo salido del Concilio, sino que se convirtió en uno de sus principales valedores. 

Constantino I inauguró el Concilio vestido imponentemente, dio un discurso inicial ataviado con telas y accesorios de oro, para demostrar justamente el poderío del Imperio por un lado, y el apoyo e interés al Concilio desde el Estado, por el otro. El Estado proveyó de comida y alojamiento, e incluso de transporte, a los obispos que convergieron a Nicea para el Concilio. 




Por otro lado, si bien habían existido Concilios antes que el de Nicea, este fue el primer concilio ecuménico, con la participación de alrededor de 300 obispos, la mayoría de habla griega, lo cual representó una minoría ya que en todo el territorio del Imperio había cerca de mil obispos. 

La importancia del mismo reside en la formulación del Credo Niceno, redactado en griego, no en latín, que esencialmente permanece inalterado en su mensaje 1.700 años después, y en establecer la idea de la relación Estado-iglesia que permitiría la expansión del cristianismo con una vitalidad inédita.

Se publicó un Edicto, en el año 333, en el que mandaba llamar porfirianos a los arrianos con el objeto de difamarlos y, además, ordenaba la quema de los escritos de Arrio, amenazando con la pena de muerte para quienes conservaran en su poder algún libro de éste y no lo entregaran a las llamas.

Ejerció como predicador en sus últimos años de vida, dando sus propios sermones en el palacio ante su corte y los invitados del pueblo. Sus sermones pregonaban al principio la armonía, aunque gradualmente se volvieron más intransigentes hacia los viejos modos paganos. 

Sin embargo, aun al final de su vida siguió permitiendo que los paganos recibieran nombramientos públicos. Ejerciendo su poder absoluto, hizo recitar al ejército sus pregones en latín en un intento de convertir a la clase militar al cristianismo, cosa que no consiguió. 

Comenzó un extenso programa de construcción de iglesias en Tierra Santa, lo que expandió de forma crucial la fe cristiana y permitió un considerable incremento del poder y la influencia del clero. 

DE LA PERSECUCIÓN DE LOS CRISTIANOS A LA PERSECUCIÓN DE LOS PAGANOS

Después de su plena legalización del cristianismo en el año 314, la Iglesia cristiana ataca a los paganos en el Concilio de Ancyra, y se denuncia el culto a la diosa Artemisa. Constantino ordenó la destrucción de todas las imágenes de los dioses y la confiscación de los bienes de los templos en el año 326.

Se había prohibido la construcción de nuevas estatuas de los dioses en el año 319 y que se rindiera culto a las existentes. Muchos templos paganos fueron destruidos por las hordas cristianas y sus sacerdotes fueron asesinados. Entre el año 315y el siglo VI, miles de creyentes paganos fueron asesinados. 

Entre los año 316 y 326, se proclaman una serie de disposiciones que favorecen al cristianismo frente a la religión tradicional con la prohibición de las haruspicia, la magia y los sacrificios privados, exención fiscal a los clérigos cristianos, se otorga jurisdicción a los obispos..., a pesar de que el cristianismo no se convierte en la religión oficial del Imperio romano hasta el Edicto de Tesalónica en el año 380.

Fue saqueado el oráculo del dios Apolo en Dydima y torturados hasta la muerte sus sacerdotes. Son desahuciados todos los paganos del monte Athos y destruidos todos los templos paganos de ese lugar.

Mediante un Edicto del año 324 ordenó, además, la destrucción de la obra “Adversus Christianos” escrita por el filósofo Porfirio y la prohibición del resto de obras de este autor, así como de muchos otros autores considerados heréticos.

El emperador Constantino, siguiendo las instrucciones de su madre Helena destruye el templo del dios Asclipio en Aigeai de Cilicia en el año 326 y otros muchos templos más.

El emperador Constantino roba todos los tesoros y las estatuas de los templos paganos de Grecia en el año 330, para llevárselos y decorar Constantinopla, la nueva capital del Imperio romano.

OTRAS REALIDADES DEL EMPERADOR CONSTANTINO I

Constantino fue también conocido por su falta de piedad para con sus parientes consanguíneos y afines. Ejecutó a su cuñado, el emperador romano de Oriente, Licinio en el año 325, a pesar de que había prometido públicamente no ejecutarle antes de su rendición el año anterior. 

Un año después, ejecutó también a su hijo mayor, Crispo y unos meses después a su segunda esposa Fausta. Crispo era el único hijo que tuvo con su primera esposa Minervina. 

Corrieron rumores sobre una presunta relación entre su hijastro y la madrastra que supuestamente podría haber sido la causa de la ira de Constantino, sin embargo, estos rumores sólo se encuentran documentados en pocos historiadores y sus fuentes no han sido establecidas. 

Otra de las teorías sobre la muerte de Crispo fue que Fausta estaba envidiosa, ya que el hijo de Constantino no era hijo de ella y era un gran comandante militar y probable sucesor al trono, acusándolo falsamente ante el Emperador de anti-cristiano. 

Luego Constantino se arrepintió y vivió atormentado por la muerte de Crispo hasta que fue bautizado, ya que le prometieron que esta ceremonia lavaría sus pecados.

La iglesia ortodoxa venera a Constantino I como santo y le dio el título de “igual a los apóstoles” por sus servicios a la iglesia. Su fiesta es el veintiuno de mayo. Las iglesias católicas orientales también lo consideran un Santo, pero no la iglesia latina. En cambio, su nombre figura en el calendario de Santos Luterano. 

Además de haber sido llamado honoríficamente “El Grande” por los historiadores cristianos tras su muerte, Constantino podía presumir de dicho título por sus éxitos militares. 

Además de reunificar el imperio bajo un solo emperador, también consiguió importantes victorias sobre los francos, visigodos y sobre los sármatas. 

De hecho, hacia el año 336, Constantino había recuperado la mayor parte de la provincia de la Dacia, perdida durante largo tiempo y que Aureliano se había visto forzado a abandonar en el año 271. Por ello, Constantino tomó el título de “Dacicus maximus” en el año 336.

En los últimos años de su vida, Constantino planeaba una gran expedición para poner fin a la rapiña de las provincias del este por parte del Imperio sasánida, pero la campaña fue anulada cuando Constantino enfermó en la primavera del año 337, muriendo poco después.

Fue sucedido en el Imperio por los tres hijos de su matrimonio con Fausta, Constantino II, Constante y Constancio II, quienes se aseguraron su posición mediante el asesinato de cierto número de partidarios de Constantino. También nombró césares a sus sobrinos Dalmacio y Anibaliano.  

El proyecto de Constantino de reparto del Imperio era exclusivamente administrativo. El mayor de sus hijos, Constantino II, sería el destinado a mantener a los otros dos supeditados a su voluntad. El último miembro de la dinastía fue su yerno Juliano, quien trató de restaurar el paganismo.

Falleció, por enfermedad en el año 337, tenía31 años después de haber sido nombrado emperador en Britania.




Fuente: https://www.nuevatribuna.es

martes, 17 de mayo de 2022

UNA VILLA LLAMADA "SPELUNCA"

 

El misterio de ‘Spelunca’, la ostentosa villa de descanso del emperador Tiberio







Con una alberca central y ostentosas esculturas de mármol, la villa que el emperador Tiberio construyó para su retiro rebosó en banquetes y fiestas romanas.

Tiberio quería que su lugar de descanso tuviera vista al mar. Alejado del bullicio capitalino en Roma, el emperador tenía toda la intención de darse una vida de lujos en la costa oeste de la actual Italia. Por ello, escogió la provincia de Latina para construir un recinto palaciego, digno de un monarca romano de inicios del siglo I d.C.

Después de décadas de servir al Imperio Romano —a pesar de las reservas de sus rivales políticos, y su bajísima popularidad al final de su mandato—, Tiberio consideraba que se merecía una villa espectacular. Sólo así podría honrar una vida de logros políticos que, aunque cuestionables, forjaron los caminos a Roma. A final de cuentas, su única intención era descansar.

Así se vio en su época de mayor apogeo.




En la época de Tiberio, la costa italiana del oeste estaba poco desarrollada. Por ello, consideró que ése sería el lugar ideal para construir su propia villa de descanso. Ubicada en las cercanías de la Vía Appia, la ‘Spelunca’ sólo se conocía por una antigua gruta oscura que existía frente al mar. Ése fue el lugar que el emperador escogió para erigir su espacio de retiro.

Aunque había ahí una estructura antes, fue Tiberio quien realmente embelleció la villa romana. La nombró así, ‘Spelunca’, en honor a la gruta que daría entrada al recinto. Para vestirlo, escogió a los mejores escultores del Imperio, a los más prístinos ceramistas y más reconocidos trabajadores de mármol. Algunas de las piezas se conservaron ahí por milenios, casi intactas, a pesar de la brisa salada del mar.



La intención, a final de cuentas, es que éste fuera la casa donde el emperador pasaría sus últimos años:


Éste sería el escenario para múltiples banquetes con la élite en el poder, festivales y fiestas. Con una alberca de mosaico en el centro de la casa, no había mejor lugar en todo Roma para pasar la noche con el emperador. Históricamente, se le conoce sencillamente como ‘Villa de Tiberio’.




Aún a pesar de que Tiberio se forjó una fama como un dirigente violento y arbitrario, todas las fiestas en su villa privada estaban llenas de invitados asiduos. Al interior, los invitados gozaban de las estalactitas incrustadas con piedras y mármoles preciosos, un comedor con sillones reclinables, y todos los demás lujos que al emperador se le ocurrían.

Incluso en la actualidad, a los historiadores les sorprende que Tiberio hubiera tenido tanta convocatoria para las fiestas en la villa privada. Más aún porque, según documenta Britannica, «[…] se convirtió en un recluso tiránico, infligiendo un reinado de terror contra los principales personajes de Roma». Sin embargo, seguía siendo el emperador del Imperio —con esa fama, nadie quería estar en su contra.



En la actualidad, la Villa de Tiberio está abierta al público, y es posible visitarla como espacio cultural. Así lo documenta Atlas Obscura:

Toda la riqueza que el emperador ostentó durante su mandato hoy está expuesta en el museo de Sperlonga, en las cercanías de lo que fue la Villa de Tiberio hace 2 mil años. Si bien es cierto que no se conservan todos los elementos —porque se piensa que el techo colapsó incluso antes de que Tiberio falleciera—, algunos de los mejores ejemplos escultóricos se conservan casi intactos.



Fuente: https://www.ngenespanol.com/

sábado, 14 de mayo de 2022

EXPRESIONES A LA ROMANA

 Nueve expresiones cotidianas de origen romano


Seguramente utilizas más frases de las que crees que se remontan a la Antigua Roma; te descubrimos algunas de ellas

Es mucho lo que Occidente debe a la Antigua Roma, desde la base del derecho a importantes avances en ingeniería, pasando por la base del calendario actual. Pero sin duda una de las grandes herencias que buena parte de los europeos hemos recibido de Roma tiene que ver con el lenguaje. Del latín vienen las lenguas romances, incluido el español, pero también un buen puñado de expresiones que han sobrevivido en el habla popular y que guardan una estrecha relación con la historia de la Ciudad Eterna.

Roma no paga a traidores





Roma traditoribus non praemiat. El origen de esta expresión se remonta al siglo II a.C., cuando los romanos se encontraban en pleno empeño por conquistar Hispania, cosa que no conseguirían del todo hasta dos siglos después, bajo el principado de Augusto.

El caso es que la entrada de los romanos en la península provocó la rebelión de Viriato, líder de los lusitanos. El llamado «terror de Roma» infligió numerosas derrotas a las legiones y durante ocho años fue un dolor de cabeza para la principal potencia del Mediterráneo.

Sin embargo, en torno al año 140 a.C. Quinto Servilio Cepión se puso al frente de las tropas romanas y contactó a los turdetanos Audax, Ditalco y Minuro, que habían hecho de embajadores entre Roma y Viriato, para ofrecerles grandes riquezas a cambio de la vida del caudillo lusitano. Estos asesinaron a Viriato mientras dormía y se dirigieron al campamento romano para cobrar su recompensa. No obstante, Cepión se negó diciendo: «Roma no paga a traidores». Hoy en día la frase se utiliza para negar cualquier premio a quien obtenga un beneficio con fines torcidos.


Resistencia numantina





Apenas cuatro o cinco años después de la muerte de Viriato, los habitantes de Hispania seguían resistiéndose al dominio romano, lo que provocó que el Senado enviara a Escipión Emiliano al frente de la ofensiva itálica.

El general romano contaba con unas 20.000 tropas regulares más otros 40.000 mercenarios y aliados de otras tribus, y con semejantes números no dudó en poner rumbo a Numancia para sitiar la ciudad celtíbera. A pesar del enorme poderío del ejército romano, los numantinos soportaron durante meses el asedio negándose a rendirse. Incluso, los habitantes de la ciudad llegaron a asesinar a una delegación que acudió a negociar al campamento romano por sospechar que habían hecho un trato con ellos.

Finalmente, sin embargo, después de que el hambre llevase a algunos incluso al canibalismo, la ciudad claudicó y abrió sus puertas. Eso sí, para no caer en manos de los romanos los supervivientes que aún quedaban dentro de los muros se suicidaron. Tal celo inspiró a Cervantes para escribir su tragedia El cerco de Numancia y ha pasado a la historia en la expresión ‘resistencia numantina’.


Llegué, vi, vencí





Veni, vidi, vici. Aquí llegamos al que tal vez sea el personaje más popular de la Antigua Roma, Cayo Julio César. Una de las frases del dictador romano que han llegado hasta nuestros días es «llegué, vi, vencí», las palabras con las que César describió al Senado romano su victoria contra el rey del Ponto en la batalla de Zela.

Hoy día suelen emplearse para glosar una situación en la que se ha alcanzado un triunfo rápido y sin complicaciones.


La suerte está echada





Alea iacta est. No dejamos a Julio César y nos remontamos a uno de los episodios más conocidos de su vida. En el año 49 a.C., Roma se encontraba al borde de la guerra civil entre el propio César y el que hasta hacía poco había sido su gran aliado político, Cneo Pompeyo el Magno.

El Senado había declarado a César enemigo de la patria, algo que eliminó las últimas dudas que este pudiera tener para intentar un asalto definitivo al poder. Así pues, el conquistador de la Galia rompió una de las leyes romanas más antiguas y cruzó el Rubicón con sus tropas. Este río marcaba la frontera de entrada a la península Itálica, que ninguna legión podía traspasar. La leyenda cuenta que, mientras vadeaban el río, César pronunció otra de sus más célebres frases, alea iacta est (la suerte está echada). Parece ser que la expresión era habitual entre los soldados, que la usaban cuando jugaban a los dados antes de lanzarlos.

Actualmente, estas palabras se utilizan cuando se toma una decisión arriesgada tras la que se asume que vendrán consecuencias impredecibles.

¿Tú también, Bruto?





Et tu, Brute? o Tu quoque, fili mi? son las dos versiones de otra frase lapidaria de César, que nos dejó palabras célebres hasta el mismo momento de su muerte. Tras salir victorioso de la guerra contra Pompeyo, César fue nombrado dictador perpetuo, algo que un grupo de senadores vio como una amenaza para la República romana, sobre todo ante el temor de que el general se proclamase rey.

Los conspiradores, entonces, liderados por Bruto y Casio, asesinaron a César en los idus de marzo del año 44 a.C. Existen varias versiones sobre cuáles fueron las últimas palabras del romano más famoso de la historia, incluida la de Plutarco, que afirma que no dijo nada. Suetonio dejó escrito que, al ver a Bruto entre los conspiradores, César dijo «¿tú también, hijo mío?». Aunque tal vez la versión más famosa sea la redacción de la frase a cargo de Shakespeare en su tragedia Julio César: «¿Tú también, Bruto?».

Cartago debe ser destruida





Carthago delenda est o Ceterum censeo Carthaginem esse delendam. Se trata de una frase que no suele citarse de manera literal, sino más bien de forma parafraseada, con el objetivo de expresar la necesidad de acabar con algo o con alguien. El origen de la expresión se remonta a las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago.

Las que por entonces eran las dos grandes potencias del Mediterráneo se enfrentaron en varios conflictos a lo largo de los siglos III y II a.C. En ese contexto, uno de los principales líderes del Senado en aquella época, Catón el Viejo, tenía muy clara la imperiosa necesidad de que Roma eliminase para siempre la amenaza cartaginense. Por ello cada vez que intervenía ante la Cámara, sin importar qué tema se estuviese tratando, Catón acababa su discurso con la frase: «Además, opino que Cartago debe ser destruida».

Aníbal a las puertas


Hannibal ad portas
. Esta frase nos viene también de las Guerras Púnicas, en concreto de la segunda, desarrollada entre los años 218 y 201 a.C. Su protagonista es Aníbal Barca, el gran caudillo cartaginés y uno de los mejores generales de la historia. Aníbal tuvo en jaque a Roma en muchos momentos de esa guerra, especialmente a partir de un audaz movimiento que nadie esperaba: conducir a sus tropas, incluidos a sus elefantes de guerra, a través de los Alpes para así poder entrar en Italia.

Una vez en la península, Aníbal contó sus batallas por victorias superando una y otra vez a las legiones romanas. Especialmente dolorosa para las legiones fue la derrota en Cannas, tras la cual Aníbal tuvo el camino libre para marchar sobre la Ciudad del Tíber. Sus habitantes entraron entonces en pánico y entre ellos se popularizó la frase Hannibal ad portas («Aníbal está a las puertas»). Curiosamente, en una de las decisiones militares más comentadas de la historia, Aníbal decidió no tomar la capital, una decisión que eventualmente haría perder a Cartago la ventaja sobre su rival y que explicaría la victoria final romana en estas guerras.

En nuestro tiempo la frase se utiliza en situaciones de peligro inminente.

Pan y circo





Panem et circenses. En este caso, hablamos de una frase cuyo significado actual sí es muy conocido, al usarse de forma despectiva para criticar los intentos por desviar la atención de los ciudadanos de los asuntos importantes, normalmente por parte del Estado, a través de espectáculos deportivos o de otro tipo.

Más ignorado es el origen exacto de la expresión, que se remonta al poeta romano Décimo Junio Juvenal a caballo entre los siglos I y II d.C. Sabemos que era un autor especializado en sátiras, de ahí que acuñase esta sentencia en la que juzgaba de forma crítica a sus contemporáneos, que habían perdido el interés por la política al «desear con avidez [solo] dos cosas: pan y juegos de circo».

Además, Juvenal también es responsable de otras expresiones que seguimos usando hoy como rara avis mens sana in corpore sano.


La Fortuna favorece a los audaces





Audentes Fortuna iuvat. Proverbio atribuido a Virgilio, el gran poeta romano, y a su Eneida. El fragmento completo reza así: «Acordaos ahora / cada cual de su esposa y su casa, recordad ahora las grandes / hazañas, la gloria de los padres. Corramos antes al agua / mientras dudan y vacilan sus primeros pasos al desembarcar. / A los audaces ayuda la Fortuna».

La frase se sigue usando hoy para recordar que la diosa Fortuna sonríe a quienes se atreven a intentar grandes empresas.


Fuente:https://www.elliberal.com/

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...