In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


sábado, 30 de enero de 2021

PORQUÉ LAS LEGIONES ERAN INVENCIBLES

Este libro analiza la importancia del sistema logístico y de abastecimiento en el éxito de las campañas militares emprendidas por Roma y en la defensa de su Imperio.


Portada de 'Las legiones en campaña'.

Superado en número por el ejército al que asediaba y todavía en mayor inferioridad respecto al que atacaba su posición, César logró un sonado triunfo en lo que se presagiaba una pinza mortal para sus legiones. Esa línea defensiva en la que se levantaron más de una veintena de fuertes y torres de hasta veinticinco metros de altura fue una proeza. Algunos cálculos señalan que los soldados romanos, además de  —Vercingétorix había persuadido a sus aliados de que quemaran sus víveres antes de permitir que los invasores se hicieran con ellos— excavaron más de dos millones de metros cúbicos de tierra.La victoria más grande y asombrosa de toda la carrera de se registró en el año 52 a.C., durante la conquista de la Galia. En la batalla de Alesia, el general romano tramó una estrategia sin parangón en la historia militar. Para asediar la ciudad en la que se había refugiado, el caudillo de los galos, ordenó a sus legionarios construir un gigantesco muro de tierra, de casi veinticinco kilómetros de largo, que cercase toda la plaza. Al mismo tiempo, enterado de que una horda de doscientos mil bárbaros acudía al rescate de su líder, el futuro dictador mandó erigir una segunda línea de fortificaciones encaradas al exterior.

La organización y disciplina de las legiones, dotadas de un avanzado equipamiento militar y mejor adiestradas, explican muchas de las victorias del Imperio romano contra sus enemigos, pero resulta más complicado comprender cómo pudieron mantener semejante esfuerzo bélico, alimentando y transportando a cientos de miles de hombres, en todas las esquinas que abarcó su inmenso territorio. El porqué de ese éxito se halla en la superior logística de su ejército, en la preparación de la guerra, como demuestra el caso extremo de la batalla de Alesia, y no tanto en sus impenetrables formaciones.


 

Esa es la hipótesis que defiende Víctor Sánchez Tarradellas, teniente coronel del Cuerpo General del Ejército de Tierra y experto en logística militar —"ese arte sin gloria"—, en su nuevo libro Las legiones en campaña (HRM Ediciones). "Los romanos a menudo ganan las guerras porque, tras perder batallas y ver aniquilados ejércitos enteros, pueden continuarlas hasta que su agotado enemigo cae derrotado", analiza el autor en las pinceladas introductorias. "Enfrentarse a los romanos era como hacerlo con la mítica hidra, siempre había más cabezas que cortar".

Es decir, su poderío nunca habría sido el mismo sin las líneas de abastecimiento que sostuvieron las campañas de conquista y nutrieron a las guarniciones destinadas en los enclaves fronterizos durante cinco siglos. A nivel logístico, el Imperio romano fue la potencia más efectiva de la Antigüedad: a rebufo de los legionarios marchaban agentes comerciales destinados a comprar provisiones y miles de animales de carga para transportarlas, así como todo el material pesado —tiendas, artillería, piedras de afilar, etcétera—; construyeron carreteras y almacenes de suministros, alquilaron embarcaciones en el caso de que fuese necesario transportar los víveres por el agua... 

El libro de Sánchez Tarradellas, que se centra en el periodo comprendido entre la Primera Guerra Púnica y el año 313, cuando se acordaron importantes reformas bajo el reinado de Constantino I, está dividido en tres partes. La primera analiza la organización y composición de las legiones, formada cada una por unos 4.800 hombres, y su equipamiento militar, desde su coraza corporal, la lorica, hasta el temido gladius, su mortífera espada que adaptaron de un modelo celtibérico presente en Hispania. También hay espacio en este capítulo para abordar las máquinas de guerra, como la ballistae, diseñada para lanzar proyectiles, y las bestias —fundamentalmente elefantes— empleadas por los romanos en sus combates.





La segunda parte, sin duda la más interesante y novedosa, arranca con una cita de Vegecio, escritor del siglo IV, que aventura el tema a tratar: "El hambre provoca más destrozos en un ejército que el enemigo y es más terrible que la espada (...) El mayor y principal punto en la guerra es asegurarse provisiones de sobra". ¿Cómo lo hacían los romanos? Pues con un sistema logístico envidiable que mezclaba columnas de transporte de los víveres y todos los elementos necesarios para la campaña, rutas de abastecimiento por tierra o mar y aprovisionamiento sobre el terreno —saqueos, tributos, comercio—

Aquí, el autor desgrana la alimentación del legionario en misión bélica: lo normal era sobrevivir a base de cereales —el pilar de su dieta—, vino, aceite y carne, preparados por los propios soldados y consumidos a horas fijas y previo toque de trompeta. También era muy importante la sal —del término latino salarium, cantidad asignada a la tropa, deriva la palabra salario— y, obviamente, el agua, que era conducida al campamento por porteadores desde ríos o pozos. Unas tareas de avituallamiento que se volvían más arduas a medida que se avanzaba en territorio hostil y desconocido.

 

Pero sin duda, la mayor victoria del Imperio fue armar unas líneas de abastecimiento que no siendo infalibles, eran lo mejor para aquella época. "Roma desarrolla a partir de la Segunda Guerra Púnica un refinado sistema de apoyo a sus ejércitos desplegados en lugares distantes", escribe Sánchez Tarradellas. "El sistema se basa en la existencia de una serie de bases de suministro en las que se acumulan y almacenan las provisiones. Y en unas líneas de comunicación por las que se transportan todos los recursos que requiere el ejército. El sistema se completa con los trenes formados por los medios con los que el ejército es capaz de mover su impedimenta y cierta capacidad de provisiones".



Otro ejemplo extremo de la eficiencia romana se registró durante la conquista de Dacia, la actual Rumanía, por Trajano a principios del siglo II. El ejército romano estaba formado por unos 86.000 hombres que necesitarían diariamente unas 660 toneladas de víveres y 445.000 litros de agua. Unas cantidades desorbitadas y en una misión sobre un territorio arrasado previamente por los defensores de Decébalo. Solo la previsión del emperador y sus oficiales permitió disponer de suficientes recursos para asegurar el éxito de la campaña. En la famosa Columna Trajana, en los foros de Roma, se tallaron numerosas imágenes relacionadas con la logística.

En la tercera y última parte del libro se abordan el valor (virtus) y la disciplina que debía tener un legionario, sus recompensas y castigos, como la terrible decimatio, y su hogar durante las campañas de conquista o defensa de las fronteras: los campamentos militares (castra), un testimonio histórico que ha sobrevivido dos mil años y del que la arqueología está extrayendo valiosa información para comprender mejor la asombrosa maquinaria bélica del Imperio romano.



Fuente:https://www.elespanol.com/

viernes, 22 de enero de 2021

lunes, 18 de enero de 2021

LA PELIGROSA VIDA NOCTURNA ROMANA

Las largas noches romanas era muy distintas para plebe y clases altas, pero para todos salir a la calle era una aventura a causa de la delincuencia

ROME, ITALY - OCTOBER 30: (EDITORS NOTE: Exposure latitude of this image has been digitally increased.) The Colosseum is seen at the square 'Piazza del Colosseo' on October 30, 2017 in Rome, Italy. Rome is one of the most popular tourist destinations in the World. (Photo by Laszlo Szirtesi/Getty Images)

El imponente Coliseo de Roma en una imagen noctura 

En el siglo I aC, en la época de Julio César, la antigua Roma era una ciudad de un millón de habitantes. No obstante, al caer la noche, cualquier sonido se convertía en una amenaza velada. En ocasiones podía tratarse de grupos de camorristas prestos a dar una paliza a cualquiera que se cruzara en su camino, de borrachos armando bulla o incluso de orinales cargados de excrementos que aterrizaban en la calzada con la impunidad de las tinieblas. A estos ruidos se les sumaban los ocasionados por las patrullas de vigiles (antiguos esclavos liberados) que a partir del año 6 d.C. intentaban sofocar los incendios nocturnos que provocaban los braseros, las velas y las antorchas.

El cuerpo de vigiles contaba con unos 3.000 efectivos y una organización de corte militar, con siete cohortes que se repartían otras tantas zonas de la ciudad. Sus miembros estaban especializados en diversas labores: los aquarii, por ejemplo, formaban rápidamente cadenas de cubos de agua, gracias a la red de fuentes que pronto se construyó en Roma. Los siphonarii, por su parte, transportaban en carros un invento parecido a las modernas bombas de agua para proyectar el líquido elemento a una mayor distancia. Finalmente, los centones portaban antorchas para iluminar el lugar del siniestro y facilitar así el trabajo de quienes hacían servir mantas empapadas de agua y vinagre para sofocar las llamas.

Incendio en Roma, pintura de Robert Hubert

Incendio en Roma, pintura de Robert Hubert 

No obstante, los vigiles fueron utilizados también para desempeñar labores policiales en caso de disturbios. Su lema era Ubi dolor ibi vigiles (“allí donde hay dolor están los vigilantes”). En realidad, la primera gran brigada contra incendios fue organizada años antes por Marco Licinio Craso aunque, según cuenta Plutarco en Vidas paralelas, este conocido usurero pedía a cambio de sofocar el fuego la venta de las casas en llamas a precios irrisorios.

Sin embargo, lo peor era el incesante traqueteo de los carruajes con sus llantas de hierro hollando las empedradas calles de Roma. Según el historiador Karl-Wilhelm Weeber, el intenso tráfico nocturno obedecía a una ley promulgada en tiempos de Julio César, la Lex Iulia Municipalis, que tenía por objeto asegurar que las calles pudieran ser usadas por todos los ciudadanos y no solo por los comerciantes. Para ello, se prohibía el tráfico rodado desde la salida del sol hasta la hora décima (las 14 horas en invierno y las 16 horas en verano). Las únicas excepciones eran los carros militares, los que transportaban material para construir edificios de culto u obras públicas y los carruajes de los cortejos circenses.

Otra actividad nocturna era la retirada de las basuras hasta las afueras de la ciudad. Asimismo, aunque los funerales de los ricos se celebraban a plena luz del día, los de la gente humilde exigían el traslado nocturno de los cadáveres hasta el extrarradio. De hecho, la palabra "funeral” podría proceder de funalia, las antorchas que abrían los cortejos fúnebres.

También trabajaban por la noche los esclavos (algunos arqueólogos estiman que la típica villa rústica romana contaba con unos 50), bien sea ayudando a sus amos a encontrar el camino de regreso a casa cuando el vino les nublaba la vista o bien realizando todo tipo de tareas domésticas, ya que se consideraba que un esclavo debía estar disponible las 24 horas. Un ejemplo: en un campamento del ejército, Bruto convocó en plena noche a todos sus sirvientes tras declarar haber visto un fantasma.

La cuestión es que los romanos se quejaban mucho del ruido nocturno, caso del poeta Juvenal quien sostenía satíricamente que al caer el día era más seguro caminar por el bosque Gallinaria o por las mismísimas marismas Pontinas (unas antiguas ciénagas al sureste de Roma), que hacerlo por el centro de la capital.

Desde finales del siglo XX, algunos historiadores han intentado arrojar luz sobre lo que sucedía en la oscuridad en el mundo antiguo y, especialmente, en las larguísimas noches romanas, cuya duración oscilaba entre las casi nueve horas del mes de julio y las más de 14 horas de diciembre y enero. Según explica en su estudio pionero sobre el sueño el historiador Roger Ekirich, hay indicios que sugieren que hace 2.000 años era costumbre dormir en dos tramos diferenciados de unas cuatro horas y despertarse en medio entre una y tres horas, según explica en At Day´s close: Night in the past (Al final del día. La noche en el pasado).

POMPEI, ITALY - NOVEMBER 26: Tourist in the Via dell'Abbondanza (Abbondanza street) on November 26, 2019 in Pompei, Italy.  (Photo by Ivan Romano/Getty Images)

La Vía de la Abundancia en Pompeya, con un paso de peatones adaptado para que pudieran pasar los carros 

 Getty Images

¿Era la noche en la antigua Roma tan peligrosa como sugieren algunas investigaciones actuales? La popular divulgadora de la historia clásica Mary Beard cree que “probablemente sí”. Sin embargo, aunque se cuenta que Nerón se ocultaba al caer la noche bajo una capucha para mezclarse con la plebe o que Mesalina, la esposa del emperador Claudio, se escabullía del palacio para saciar sus apetitos y los de sus clientes en un lupanar, el también historiador Jason Linn señala en su tesis doctoral (The Dark Side of Rome: A Social History of Nighttime in Ancient Rome, El lado oscuro de Roma: una historia social de la noche en la antigua Roma) que posiblemente se tratara de leyendas urbanas que se hacían circular sobre la familia imperial.

La preocupación por la seguridad nocturna de convirtió en una obsesión para los romanos. Como consecuencia, se promulgaron normas que castigaban de manera más severa los delitos cometidos por la noche. En torno al año 200 dC, Julius Paulus Prudentissimus, uno de los más destacados juristas romanos, escribió que, de entre todos los malhechores, los intrusos nocturnos se consideraban los más abyectos, por lo que después de ser azotados eran muchas veces enviados a las minas.

Para los romanos, el ruido nocturno más virtuoso era la conversación. En cambio, las clases pudientes sobrellevaban muy mal los guirigay, ya que la oscuridad amplificaba el poder emocional de los sonidos. Los romanos, apunta Linn, medían la moralidad basándose, en parte, en los ruidos que hacía una persona por la noche. Los ronquidos, por ejemplo, se consideraban una falta de autocontrol.

Además, la larga noche potenciaba el aburrimiento. La diferencia entre desear que llegara el día o la noche radicaba en la posición en el escalafón social. En la práctica, los que anhelaban la llegada de las primeras luces no deseaban tanto la diversión y el otium como la actividad y el negotium. Con todo, existían dos mundos nocturnos bien diferenciados. De una parte estaban las élites. Una de sus formas de escapar del aburrimiento era leer o escribir. Otra, organizar o participar en cenas con familiares y amigos –en el segundo caso desplazándose literas dentro de comitivas flanqueadas por una nutrida escolta de esclavos-.

El segundo submundo nocturno era patrimonio de los esclavos. En muchos casos, en presencia de sus amos, los esclavos no tenían permitido hablar, hasta el extremo de que cualquier murmullo era reprimido por la vara. Incluso sonidos involuntarios como la tos, los estornudos o el hipo, no estaban exentos del látigo, indica.

Séneca dejo anotado en sus escritos que los amos buscaban sofocar la camaradería servil, exigiendo que los esclavos fueran “herramientas sin palabras”. Los amos comían, los esclavos servían. Los amos se reclinaban, los esclavos se quedaban de pie. Los amos hablaban, los esclavos callaban. En definitiva, los esclavos no participaban de la acción nocturna, sino que únicamente formaban parte del telón de fondo.

Cubiculum from a villa at Boscoreale, whose walls are decorated with frescoes dating from c 50 BC, The bed is inlaid with ivory, paste and semi precious stones. Italy. Roman. Pompeii. (Photo by Werner Forman/Universal Images Group/Getty Images)

Un cubiculum (dormitorio) con los frescos y mosaicos tal como fueron hallados en Boscoreale 

 Universal Images Group via Getty

A modo de curiosidad, para los romanos la forma de dormir era un indicador social tan revelador como comer, beber o trabajar. Las camas, por ejemplo, distinguían a los civilizados de los bárbaros. Cuanto más artificial era la cama, mayor era la distancia con los animales y mayor también el nivel de civilización (y el estatus) alcanzado. Aquellos que dormían cerca de los animales o en sus mismos lugares, como los establosestaban en la escala más baja. Incluso dormir con pieles estaban mal visto. Las pieles ataban a los durmientes al mundo animal, mientras que las telas los vinculaban al mundo instruido de la civilización.

En ese concepto de civilización, los mejores colchones procedían de la Galia y estaban rellenos de lana considerada de la mejor calidad. El lujo era, además, directamente proporcional al número de almohadas en una cama. Rellenar los cojines de pétalos se convirtió, de alguna forma, en una metáfora de la frescura con la que la moralidad vigente aconsejaba recibir al nuevo día.


Fuente: https://www.lavanguardia.com/

lunes, 11 de enero de 2021

ROSTROS ROMANOS 1

Todos sabemos, que gracias a las técnicas digitales se pueden obrar ciertas "Magias" con respecto a la imagen o el sonido.

Pero también los romanos innovaron en las artes; muestra de ello este retrato .

Aquí os presento el primero de una serie de cinco vídeos en los que, mediante manipulación por medio de programas de edición y montaje, se nos descubren esos rostros de romanos clásicos posando para la posteridad. Gentes que nos precedieron y que no difieren mucho de nosotros. Con una cultura,gustos y aficiones que queramos o no hemos heredado en su mayor parte de ellos.

Os presento a Terencio Neo y su esposa. Y la pequeña historia de este fresco, realizado por un habilidoso retratista romano.


Anónimo, “Retrato del panadero Terentius Neo y su esposa” (Pompeya). Pintura al fresco, 20-30 D.C



 Pareja de Pompeya



















Debido a un error en la interpretación de un letrero que se ubicaba en la entrada a la casa donde se encontró el fresco que se presenta en esta entrega siempre ha sido conocido como “Retrato de Paquio Próculo y su mujer”, lo que se ha comprobado que es incorrecto. En realidad es un retrato de Terentius Neo, panadero de la ciudad de Pompeya y de su esposa, de la cual no sabemos su nombre. La confusión se aclaró cuando se pudo comprobar que el letrero con el nombre de Paquio Próculo era en realidad un reclamo publicitario de parte de este individuo para ser elegido como funcionario de la ciudad.

Terentius debió ser un personaje de relativo rango social, ya que su panadería se encontraba en la llamada “Vía de la abundancia”, una calle bastante importante en el corazón de Pompeya. No siendo noble, su estatus se verificaba dentro de la burguesía comercial y artesanal, de la cual debió ser tal vez directivo gremial, o detentar un cargo similar. El mismo hecho de haber encargado su retrato junto a su mujer es una señal de su posición, así como portar una toga y llevar en la mano un rotulus, que es un rollo de papiro; esto señala que poseía un cargo público. Su mujer, que porta también una elegante toga, lleva en la mano derecha un estilo, que era un instrumento para escribir y en la mano izquierda una tabla de cera, en la que se hacían anotaciones con el estilo. Esto se ha interpretado como evidencia de que ella se encargaba de la administración del negocio. Sus rostros, serios y circunspectos, denotan una pose formal aunque no se ve forzada.

El dibujo de los personajes está realizado mediante delicadas líneas que se vuelven invisibles al aplicarles el pigmento encima. Los colores son delicados y el artista logró una sutil gradación en los tonos para mostrar volumen y tridimensionalidad. La luz, que es casi frontal, modela suavemente las facciones delicadas de la mujer y ensalza las angulosidades del rostro del hombre y su piel tostada. Es notorio que el autor de este retrato era un gran maestro de su profesión al poder ejecutar tanta sutileza cromática en una pintura al fresco, algo que no se volvería a lograr hasta Giotto, unos mil trescientos años después. Las posturas revelan un gran conocimiento de la perspectiva por parte de este maestro, quien contrastó la frontalidad de los rostros con el escorzo de los cuerpos, aproximados y superpuestos entre sí. Y todo ello fue posible a pesar de las rígidas normas que imponía la pintura de retratos en aquella época. Las fórmulas del retrato romano estaban establecidas ya hacía mucho tiempo antes de que este fresco fuese pintado.

Dentro del arte romano, fue acaso el retrato el que alcanzó una mayor originalidad y una clara distinción con respecto a los modelos griegos, que eran los dominantes en la cultura latina. Algunos historiadores han dicho injustamente que el arte romano no fue más que una imitación del arte griego, negándole con esto las cualidades y características que ciertamente lo diferenciaron de aquel. No vamos a discutir aquí las diferencias entre el arte romano y el arte griego, sino que nos limitaremos a describir algunas de las cualidades del primero, centrándonos en el retrato como modelo de ellas, en las que privaban dos virtudes cardinales que los romanos tenían en gran estima: la veritas y la gravitas.

La pintura romana, al igual que la escultura, evolucionó durante diversas fases, siendo las primeras de ellas claras interpretaciones de modelos griegos y etruscos. Pero en Roma se desarrolló un arte especial y distinto, el cual, a pesar de derivar del arte etrusco, tomó un derrotero que lo llevó a constituirse como el modelo más original de la expresión plástica romana: el retrato. El retrato romano desciende de las imágenes funerarias que perpetuaban la memoria de los personajes ya fallecidos en la familia y la sociedad. Originalmente eran máscaras mortuorias, para pasar a ser posteriormente esculturas de cabezas y bustos. Era determinante el parecido con el personaje, lo cual llevaba a los artistas a copiar del natural las facciones y los rasgos característicos de los fallecidos, poco antes de que murieran o más frecuentemente a las pocas horas posteriores a la muerte. El personaje debía reproducirse tal cual se veía, sin ninguna idealización ni aditamento que deslegitimara su real apariencia cuando todavía estaba vivo. Así, la veritas era una de las dos cualidades que más se apreciaba en el retrato funerario. Después el retrato se llevó a la representación de los personajes vivos, eso sí, sin perder la veritas, con lo cual los romanos empezaron a desarrollar una serie de escuelas especializadas en el arte del retrato. La gravitas se refiere a la cualidad de la dignidad, el deber y la seriedad exenta de toda frivolidad que los personajes retratados debían mostrar mediante la pose y la actitud.

Esto constituye una clara diferencia con el arte griego, más idealista y proclive a la fantasía, sobre todo durante la época helenística. Los romanos, a diferencia de los griegos, reservaban para los retratos su aprecio por la realidad objetiva en lo que se refiere a la representación de las personas. El romano, más práctico y realista que el griego, prefería inmortalizar a la persona con todos sus accidentes, que presentar una imagen fantasiosa que distorsionara la entereza de su carácter y sus valores.

Dentro del período de madurez de la pintura romana se encuentra el llamado “Estilo Pompeyano”, cuyas características derivan del análisis de las pinturas encontradas en las ruinas de Pompeya y Herculano, ciudades destruidas por la erupción del volcán Vesubio en el año 79 D.C. Gracias a las cenizas que cubrieron a las dos ciudades se pudo conservar en un magnífico estado de conservación una serie de murales y mosaicos, la mayoría de gran calidad, las cuales han sido estudiadas exhaustivamente desde su descubrimiento en el siglo XVIII. El Estilo Pompeyano se distingue por la gran delicadeza de su dibujo, realizado con gran virtuosismo y también por un notorio contraste de luces y matices, en el cual algunos han visto ciertas semejanzas con ciertas escuelas pictóricas modernas, sobre todo con los impresionistas. La sociedad pompeyana gozaba de una vida placentera y una economía floreciente, gracias a que la ciudad se había convertido en una especie de destino turístico para los romanos adinerados, que pasaban algunas épocas del año en ella y sus alrededores y construyeron numerosas villas de placer, circos, teatros y otros edificios públicos.

Por ello se advierte en la pintura pompeyana cierta frivolidad y elegancia en cuanto a su expresión plástica, que era predominantemente decorativa. Pero hubo notorias excepciones y una de ellas es este magnífico retrato doble, muestra de las mejores cualidades de una pintura que floreció bajo los auspicios de una Roma en su mejor época.




Mediante este enlace podreis visionar el resto de las entradas de esta serie.






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