In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


martes, 28 de junio de 2022

PERVERSOS EMPERADORES

 La verdad tras las perversiones sexuales y los locos delirios de los emperadores romanos

No es oro todo lo que reluce... El historiador y arqueólogo Pedro Huertas sostiene que la propaganda y la leyenda negra forjaron los mitos más extendidos de los grandes dirigentes del Imperio






Antes de ascender hasta la poltrona imperial en el 235 d.C., Maximino era un valiente y exitoso jinete de las legiones. Albergaba el arrojo que le daba haber sido alumbrado fuera de las fronteras de Roma, en el interior de Tracia. Era un 'bárbaro', según la terminología de la Ciudad Eterna; pero uno dispuesto a combatir por la corona de laurel. Los cronistas escribieron de él que medía 2,61 metros de altura y que imprimía aliento a sus compañeros en los momentos de mayor peligro. Por todo ello, fue aupado al poder por sus compañeros cuando fue depuesto su predecesor, Alejandro Severo.

Hasta aquí, la cara de la moneda. Sin embargo, crónicas de la época como la 'Historia Augusta' extendieron también el lado más oscuro de este curioso personaje.

El texto en cuestión señalaba que «frecuentemente se bebía en un solo día un ánfora capitalina de vino», que «comía cuarenta libras de carne» y que «recogía su propio sudor y lo echaba en cálices o en una jarra pequeña». Y no fue lo único. Los autores clásicos dejaron constancia también de su barbarie, incidieron en que los ciudadanos romanos sentían pavor de él y juguetearon con sus extraños gustos sexuales; algo típico para defenestrar la reputación de los dignatarios.

Durante siglos, los expertos han engarzado sus textos basándose en las dos visiones de este personaje. Y como él, los de otros tantos. Sin embargo, el historiador y arqueólogo Pedro Huertas propone una tercera vía en su nuevo ensayo: 'Coronas de laurel, un caballo en el senado y la nariz de Justiniano' (Principal). Al otro lado del teléfono, y con un marcado acento murciano, afirma a ABC que debemos bajar del altar a los cronistas clásicos. Y no porque fueran perversos o falaces, sino porque eran humanos y estaban influidos por mil y un factores, desde sus filias y fobias, hasta el miedo a los gobernantes de turno.

«Maximino es el ejemplo más claro. Parece ser que le gustaba mucho comer y beber, de eso no hay duda. El problema es que los cronistas cargaron contra él porque era tracio, y por entonces estaba mal visto que un bárbaro estuviera la frente de Roma», explica Huertas a este diario. La conclusión es que ni siquiera la Ciudad Eterna estaba huérfana de leyenda negra. Y de la peor: la forjada en el interior. «No podemos saberlo con seguridad, pero es probable que le colgaran el sambenito de bruto por su origen. Le crearon un halo de zoquete a pesar de que aseguró las fronteras del imperio», completa el experto.




Propaganda contra emperadores

Lo que sorprende a Huertas es que, todavía hoy, tras años de publicaciones históricas, no hayamos entendido que hay que poner en cuarentena los textos de los autores clásicos. «Muchas veces hacían propaganda. Pero esto no es algo nuevo, viene desde el Antiguo Egipto». El ejemplo más claro se halla en la batalla de Qadesh. «Las crónicas del faraón Ramsés II afirman que este arrasó a los hititas, pero las de otros pueblos confirman lo contrario. ¿A quién creer? En realidad, a ninguno. Si ambas partes se atribuyeron la victoria es que es probable que todo quedase en tablas», completa.

Aunque el caso de la Roma imperial es el más claro. Para empezar, porque la mayor parte de los cronistas –que no historiadores– no eran coetáneos de los emperadores sobre los que escribían. «Gayo Suetonio Tranquilo y Publio Cornelio Tácito, que vivieron en el siglo II, hicieron las biografías de mandatarios del siglo I», añade. Cien años después, era inevitable que sus textos estuvieran influidos por la corriente de opinión –buena o mala– que se hubiera generado. «Es normal, querían agradar a los emperadores de la época, y lo hacían de dos formas: hablando de lo buenos que eran ellos y lo malos que eran los otros».

Otro de los problemas es que los cronistas solían nutrirse de la llamada historia oral, a la que Huertas define como la 'radio patio' de la época. Chismorreos que rondaban por las calles, habladurías de burdeles y calumnias de anfiteatro. «Habría apreciaciones con fundamentos verdaderos, pero estoy seguro de que también muchas exageraciones». Lo peor es que, cuando adolecían de información de primera mano, solían valerse de los clichés para dar forma a sus textos. «Es imposible saber en qué se basaban. Si en otros escritos, en lo que quedaba en el poso social o en sus propias vivencias. Debemos analizar todo esto antes de leer a los clásicos».

Por último, insta a observar la clase social de los cronistas para entender posibles inquinas contra los gerifaltes. Porque todo influye; hasta lo más mínimo. «Crearon una serie de clichés sobre los emperadores romanos. Algunos les veían como arrogantes ricachones con fama y poder que podían hacer o lo más bueno, o lo peor. Es como si no hubiera término medio». A pesar de todo, Huertas recuerda que, en muchos casos, tan solo tenemos los textos clásicos para acercarnos hasta la Roma más antigua. Así que aboga por la cautela, pero jamás por no dar validez a los Suetonio, Tácito y demás.


Tiberio y Cómodo

Entre los más damnificados por los textos de Suetonio y Tácito se halla Tiberio, nacido en el siglo I a.C., A caballo entre lo poco que quedaba de la República y el nuevo régimen, este emperador fue calificado por ambos cronistas como un enclenque que abandonó el poder en manos de sus subalternos. Huertas, sin embargo, recuerda que Veleyo Patérculo, un autor más cercano en el tiempo a este curioso personaje, opinaba lo contrario. Todo se debió a sus ideas políticas. Los primeros querían volver al sistema anterior, mientras que el tercero abogaba por la existencia de una familia imperial que estuviese por encima del Senado.

De esta guisa, no parece extraño que Suetonio escribiera lo siguiente de Tiberio cuando este se retiró a su residencia de Capri:

«Se dice que había adiestrado a niños de tierna edad, a los que llamaba sus pececillos, a que jugasen entre sus piernas en el baño, excitándole con la lengua y los dientes, y también que, a semejanza de niños creciditos, pero todavía en lactancia, le mamasen los pechos, género de placer al que por su inclinación y edad se sentía principalmente inclinado. […] Se afirma también que cierto día, durante un sacrificio, enamorado de la belleza del que llevaba el incienso, apenas esperó a que terminase la ceremonia para satisfacer secretamente su nefanda pasión, a la que tuvo que prestarse también un hermano del joven, que era flautista; luego les hizo romper las piernas, porque mutuamente se echaban en cara su infamia».

¿Realidad o ficción? Como todo, Huertas lo pone en cuarentena: «La retirada de Tiberio a una villa de Capri provocó muchas habladurías. Es posible que la sociedad empezara a extender que estaba loco o enfermo y que los rumos evolucionaran hasta explicar la anécdota de los pececillos». Con todo, y una vez más, no busca disculpar las supuestas barbaridades del emperador, sino abrir los ojos a la sociedad y llamar a la relatividad.

Otro de los que más golpes ha recibido por parte de los cronistas clásicos ha sido Cómodo, cuya imagen ha sido vilipendiada recientemente por la película 'Gladiator'. Lo más extravagante que se ha escrito sobre este emperador nacido en el 161 d.C. es que era coprófago. Así lo dejó sobre blanco la 'Historia Augusta': «Se dice que solía mezclar excrementos humanos con alimentos muy costosos, y que no se privó de degustarlos, pensando que así se reía de sus convidados». Más allá de que existe un tipo de esquizofrenia que provoca este comportamiento, Huertas cree que al autor «se le fue la mano con esta acusación».

Lo peor es que no fue la única. Tal y como explicábamos hace meses en este artículo de ABC, a Cómodo se le definió como un loco que luchaba con fieras y saltaba al anfiteatro para enfrentarse a gladiadores veteranos. «Se ha llegado a explicar que obligaba a sus enemigos a combatir con espadas de plomo para tener ventaja sobre ellos y no ser derrotado jamás», desvela el experto español. El problema es la persona que extendió estas ideas. «Quién escribió más sobre él? Dion Casio, un senador de finales del siglo II. La clave es que el Senado había tenido varios encontronazos con el emperador. Es normal que diese una mala imagen de él».

Huertas sentencia que no podemos conocer la verdad tras la supuesta locura de Cómodo, pero sí entender al personaje en su contexto. «Era un muchacho al que la muerte de su padre en Germania le atropelló con quince años. Heredó décadas de peleas con las tribus germanas, los últimos coletazos de una epidemia que había asolado Roma y una economía en crisis. Incluso le criticaron por firmar la paz con los marcomanos, cuando estaba sobrepasado». El autor más indulgente con este personaje fue Herodiano, quien cargó contra sus malas compañías, y no contra él. En parte llevaba razón, pues fue asesinado por uno de sus generales y una concubina...

Heliogábalo y Vitelio

Vitelio, nacido en el siglo I d.C., es la siguiente parada. Los textos le definen como un loco asesino obsesionado con la comida. El principal culpable de que, en la actualidad, creamos que los romanos vomitaban para seguir comiendo en los grandes banquetes. Así le definía Suetonio en sus textos:

«Sus vicios principales eran la glotonería y la crueldad. Comía ordinariamente tres veces al día y a veces cuatro, designándolos almuerzo, comida, cena y colación. Podía hacer todas estas comidas por la costumbre que había adquirido de vomitar. Invitábase para un mismo día en casa de diferentes personas y ningún festín de éstos costó menos de cuatrocientos mil sestercios. El más famoso fue la cena que le dio su hermano el día de su entrada en Roma; dícese, en efecto, que sirvieron en ella dos mil peces de los más exquisitos y siete mil aves. Su voracidad no sólo no tenia limites, sino que era también sucia y desordenada, no pudiendo contenerse ni durante los sacrificios ni en los viajes. Comía sobre los mismos altares carnes y pastelillos, que mandaba cocer en ellos, y por los caminos tomaba en las tabernas platos humeando aún, o que, servidos el día anterior, estaban medio devorados».




Heliogábalo, emperador a partir del 218 d.C., tampoco escapó a los tentáculos de la propaganda. La 'Historia Augusta' escribió que este adolescente de catorce años llenó una habitación de petálos de flor hasta el techo para ahogar a sus invitados. Y Dion Casio fue todavía más explícito: «Ofrecía sacrificios secretos, matando a chicos y usando encantamientos. De hecho, actualmente tiene encerrados vivos en el templo del dios un león, un mono y una serpiente, y arroja entre ellos genitales humanos». El autor español está en contra de estas afirmaciones: «Se ganó el odio de la sociedad por mezclar la religión siria con la romana, y eso le costó la pésima propaganda».

Al igual que con Cómodo, Huertas invoca el contexto. «Era un muchacho que vivía en mitad de Siria cuando se convirtió en emperador. Es posible que se viera sobrepasado por la situación y que se ganara odios entre la sociedad». Hace poco, afirma, han hecho una revisión de su figura en la serie 'Corazón del Imperio' que se asemeja más a la realidad. Aunque todavía queda trabajo en este sentido.

Nerón y Calígula

Con todo, existen dos emperadores que han padecido especialmente el odio de los cronistas. El primero ha sido Nerón (siglo II d.C.), al que ABC ha dedicado varios artículos en los últimos años. «Se le ve como el anticristo. Pero autores como Tácito son capaces de escribir de él que provocó el gran incendio de Roma y, dos párrafos más abajo, especificar también que creó hospitales para ayudar a los heridos», sentencia el autor. Los últimos estudios desvelan que no era tan bárbaro como le pintaban. Su figura empezó a ser odiada en la Edad Media, cuando se recuperaron textos que hablaban sobre sus extrañas filias sexuales. Algunos, como el siguiente de Suetonio:

«No hablaré de su comercio obsceno con hombres libres, ni de sus adulterios con mujeres casadas. […] Hizo castrar a un joven llamado Sporo y hasta intentó cambiarlo en mujer; lo adornó un día con velo nupcial, le señaló una dote, y haciéndoselo llevar con toda la pompa del matrimonio y numeroso cortejo, le tomó como esposa; con esta ocasión se dijo él satíricamente que hubiese sido gran fortuna para el género humano que su padre Domicio se hubiese casado con una mujer como aquélla».

El segundo de este triste grupo es Calígula (siglo I d.C.). «Dión Casio llega a decir que le odiaban tanto que se comieron su cadáver. Pero su mayor problema fue que intentó introducir cultos orientales en Roma treinta años después de la muerte de Augusto. Aquello volvió loca a la sociedad», sentencia. Lo que ha quedado de él, no obstante, son las barbaridades y las orgías que se han visto en la gran pantalla.



Fuente:https://www.abc.es/historia/

sábado, 25 de junio de 2022

LATINES DEL DERECHO ROMANO

 

  Cuarenta expresiones en latín de imprescindible conocimiento en Derecho





"No olvidemos que nuestra tradición jurídica hunde sus raíces en el Derecho Romano"




omo es sabido, el español proviene del latín, de igual modo que otras lenguas denominadas romances, como el francés, el italiano o el portugués, y que durante el dominio del imperio romano los hispanos hablaban el conocido como latín vulgar, esto es, el utilizado por el vulgo o pueblo, adaptándolo a la peculiar forma de expresión del mismo con sus particulares giros, modismos y acento, derivando en el moderno castellano actual pero también en el catalán, el gallego, el francés o el italiano.

Tras la caída y declive del Imperio Romano, el latín dejó su impronta y su raíz, así como multitud de expresiones que utilizamos a diario aun cuando desconocemos el origen y motivación semántica de la mayoría. Y lo mismo sucede en el ámbito jurídico y, por extensión, judicial, al emplear aforismos extendidos en su forma hablada y escrita, expresión viva  de la cultura latina.



No olvidemos que nuestra tradición jurídica hunde sus raíces en el Derecho Romano, entendido como el ordenamiento jurídico que reguló las actividades de los ciudadanos del Imperio, desde su fundación – en el año 753 a. C.- hasta la caída del Imperio bizantino, en el año 1453, del que derivan los actuales códigos y compilaciones.

De este modo, el objeto del presente comentario no es otro que recordar algunas expresiones en latín que nos darán la justa medida de su significado y de su empleo adecuado, no tanto como ostentación del dominio de los latinismos sino como fruto de la curiosidad y del respeto que nos han de merecer, como referencia obligada de una época de la historia en que el Derecho Romano marcó su impronta y reguló nuestra conducta en los más variados escenarios, sociales, económicos, comerciales o jurídicos.

Ciertamente, no están todas las que son pero sí son todas las que seguidamente se transcriben.


Ad calendas graecas

Entre los griegos antiguos no existían las calendas, inventadas por los romanos para indicar el primer día del mes y que dio origen al término calendario. Retrasar cualquier acontecimiento hasta las calendas griegas era sinónimo de que aquello no se haría ni se cumpliría ni se pagaría jamás, o hasta después de morir; y en el mejor de los casos significa dejar una realización, aquello prometido o un  pago para ya veremos cuándo, si es que lo vemos.

Ad hoc

Esta expresión significa por eso o a propósito de eso, o con una determinada intención o finalidad. Se emplea asimismo para presentar una acción o afirmación que pretende explicar o justificar algo, y por eso mismo tal acción o afirmación pueden contemplarse como oportunistas. Pero también puede utilizarse para subrayar aquello que se dice o algún aspecto suyo, ilustrándolo gráficamente con un ejemplo.

Auctoritas

Se trata de la condición propia del auctor (autor) de una obra escrita, acción, institución, etc. La autoridad nunca se impone sino simplemente debe ser reconocida, de ahí que durante la edad media se contraponía al término potestas, esto es, al poder, a la fuerza y a la violencia.

Por extensión, el plural auctoritates se aplica a quienes por su dedicación y aportaciones a un tema o a otro autor se consideran especialistas i merecedores de crédito.

Bona fide

Es decir, de buena fe si nuestras intenciones o intereses inconfesables no dirigen nuestros actos y decisiones.

En un ámbito estrictamente jurídico, la buena fe se presupone siempre, salvo prueba en contrario (bona fides semper praesumitur nisi mala adesse probetur).

Ceteris paribus

Esta locución puede traducirse como en las mismas circunstancias o, incluso, con las mismas condiciones, y se emplea cuando alguien quiere comparar entre sí dos situaciones diferentes pero que presentan similitudes.

Conditio sine qua non

Expresión, en ocasiones abreviada como sine qua non, que significa condición sin la que no es posible o válida una cosa. O dicho de otro modo, condición necesaria, de modo que cuando no se da invalida el acuerdo.

De facto / de iure

Ambas expresiones etimológicamente se contraponen, dado que de facto indica una situación que es real, aunque no haya sido reconocida de manera oficial. Por su parte, de iure hace referencia a cualquier situación basada en el derecho establecido.

Do ut des

Te doy para que me des. Consiste en un principio de reciprocidad, recogido en el Digesto de Justiniano, que debe presidir cualquier permuta.

Dura lex sed lex

La ley es dura, pero es la ley, razón por la que debe cumplirse. Proclama solemnemente que la ley es inflexible en su cumplimiento, y que nadie está exento de cumplirla aunque en ocasiones le pueda resultar desfavorable.

Errare humanum est

El ser humano se equivoca por naturaleza y como decía Séneca el reconocerlo y disculparse de los errores cometidos es igualmente humano.

Et cetera

Esta fórmula (igualmente usada en su abreviatura etc.) es empleada habitualmente a la hora de abreviar una relación de cosas fácilmente deducibles por el contexto, sin necesidad, pues, de extenderse con más palabras o expresiones.

Ex abusu non arguitur in usum

Del abuso de una cosa no puede argumentarse en contra de su uso. Se trata de un aforismo jurídico que defiende el uso correcto de una cosa o el ejercicio de un derecho a pesar de que alguien pueda abusar del mismo.

Excusatio non petita, accusatio manifesta

La excusa no pedida es una acusación manifiesta. Dicho de otro modo, luchar para justificar sus propias acciones sin ser solicitado puede ser considerado como una indicación de que uno tiene algo que ocultar, incluso si la persona es en realidad inocente.

Ex novo

Expresión con la que se indica que es necesario volver a comenzar desde el principio.

Habeas corpus

Literalmente, tengas tu cuerpo, es una fórmula jurídica, cuyo origen se remonta a una ley inglesa del año 1679, que prohíbe ingresar en prisión a ningún ciudadano sin una orden del juez y ordenando llevar el cuerpo del detenido a su presencia, en su calidad de autoridad judicial.

Hic et nunc

Combinación de adverbios, aquí y ahora, utilizada para indicar la concreción de una situación o la inmediatez con que debe emprenderse una acción, sin dejarla en demora.

Ignorantia legis neminem excusat

La ignorancia de una ley no exime a ninguno.  Norma jurídica que defiende la obligación del conocimiento de la ley; adaptación de una regla recogida en la compilación de Decretales, de Bonifacio VIII.

In claris non fit interpretatio

Cuando algo es claro, evidente, no hace falta interpretar el sentido de las palabras. Este principio jurídico se recoge en el art. 1281 del Código Civil, conforme al cual Si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención de los contratantes, se estará al sentido literal de sus cláusulas. Si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de los contratantes, prevalecerá ésta sobre aquéllas”.

In fieri

Expresión que significa haciéndose o en formación, implicando una acción que aún se encuentra en curso, sin acabar.

In fraganti

También empleada en su otra expresión de in flagranti delicto, comporta sorprender a alguien en el momento de cometer el delito o, en su caso, una acción oculta al conocimiento general.

Se trata de una adaptación del ablativo flagrante crimine que aparece en el Código de Justiniano.

In illo tempore

Expresión muy usual en las narraciones evangélicas leídas en misa que significa en aquellos tiempos, en relación a hechos o sucesos ocurridos en una época lejana o pretérita.

Ipso facto

Significa en el mismo acto y expresa la inmediatez con que debe llevarse a término una acción.

Labor omnia vincit improbus

Traducido como el trabajo tenaz todo lo vence, proviene de la Geórgicas.

Mutatis mutandis

Puede traducirse como cambiando lo que deba cambiarse, y con su empleo se acostumbra a suavizar, y relativizar hasta cierto punto, la comparación en la similitud o paralelismo exacto que acaba de establecerse.

En cierta manera resulta equivalente a la expresión cum grano (o, cum mica) salis, esto es, con un grano (o un poco) de sal, en el sentido que no debe tomarse una afirmación al pie de la letra, sino que debe interpretarse con una cierta libertad, más allá de lo escrito.

Non multa sed multum

Literalmente viene a decir, no muchas cosas, sino bien hechas, equivalente a nuestro refrán “quien mucho abarca, poco aprieta”.

Esta alocución procede de una simplificación de la frase atribuida a Plinio el Viejo cuando se refirió a multum legendum esse, non multa, es decir, hace falta leer muy bien, no muchas obras, o más vale leer un solo libro que muchos.

Nosce te ipsum

Significa conócete a ti mismo y suele atribuirse a Sócrates, si bien para muchos entendidos esta locución antecede al gran filósofo al encontrarse inscrita encima de la entrada del templo de Delfos, invitando a conocer y aceptar el que el hado tenía inevitablemente tenía reservado al individuo

Numerus clausus

Debe traducirse por número cerrado y se refiere, en general, cuando existe un número limitado de plazas para inscribirse o matricularse en un lugar concreto, evitando que pueda haber un exceso de asistentes o de público.

En el ámbito del derecho se cita cuando las causas o razones legales que puedan o deban ser de aplicación no son más que las que expresamente contempla la ley, sin posibilidad de extenderlas a otros supuestos.

Obiter dicta

En Derecho procesal  es el conjunto de afirmaciones y argumentos contenidos en los fundamentos jurídicos de la sentencia que no forman parte de la ratio decidendi del fallo jurisdiccional.

Omnia tempus habent

Esto es, cada cosa tiene su tiempo, según sentencia del Eclesiastés dirigida a los impacientes.

Pares cum paribus facillime congregantur

Los iguales se reúnen con mucha facilidad con sus iguales. Cicerón, en su afamada obra Sobre la Senectud, pone en boca de Catón este antiguo proverbio, aunque de hecho ya encontramos esta alocución en los griegos Homero, en su obra Odisea, y Platón, en su elogiado Banquete.

Similar es la frase primus inter pares, que defendían los antiguos griegos ante la pretensión del obispo de Roma de ser la autoridad suprema y única de las Iglesias, principio, pues, de corte democrático de aplicación a muchos ámbitos donde pueda imperar la tiranía o la imposición.

Quo peius, eo melius

La proclama como peor, mejor, suele ser el ideal de partidos políticos en la oposición, con objeto de facilitar recuperar el poder en las próximas elecciones.

Ratio decidendi

Se trata de los fundamentos de la decisión judicial.

Resulta ilustrativa sobre su alcance y significado la Sentencia del Tribunal Supremo, de la Sala 2ª, de 21 de junio de 2016, rec. 10139/2016, al establecer que “deben considerarse suficientemente motivadas aquellas resoluciones judiciales que contengan, en primer lugar, los elementos y razones de juicio que permitan conocer cuáles han sido los criterios jurídicos esenciales fundamentadores de la decisión, es decir, la ratio decidendi que ha determinado aquella”.

Rem tene, verba sequentur

Se trata del consejo dado por Catón el Viejo a su hijo Marco, que puede traducirse como domina el asunto, que las palabras vendrán solas.

Así, en la contestación de una demanda o en la fase conclusiones en una vista oral, quien tiene por asimilado el derecho que sostiene tendrá mayor facilidad y convicción para hacerlo valer.

Sapere aude

El consejo de Horacio atrévete a saber, o atrévete a pensar y decidir por ti mismo, fue más siglos más tarde un lema de la Ilustración europea como reacción enfrente del dominio del dogma religioso.

En el actual contexto esta frase puede aplicarse a poder conocer para decidir por sí mismo ante el avance de las nuevas tecnologías que nos facilitan toda la información posible.

Sublata causa tolltur effectus

El principio jurídico suprimida la causa, desaparece el efecto resulta también de aplicación a muchos otros ámbitos, y resulta equivalente al dicho de origen escolástico, cessante causa cessat effectus, o sea, en dejar de ser la causa, dejar de ser el efecto.

Summum ius, summa iniuria

La justicia extrema es extremadamente injusta. Se trata de un proverbio citado por Cicerón en su obra “Sobre los deberes”, que aparece igualmente en la comedia “El verdudo de sí mismo”, de Terenci, como Ius summum saepe summa est malitia.

Comporta una advertencia sobre la aplicación excesivamente rigurosa de la justicia legal.

Totum revolutum

Supone una situación de confusión total, de cosas, ideas o palabras, sin orden ni concierto.

Ubi lex non distinguit nec nos distinguere debemus

Esta regla interpretativa reclama una exégesis estricta del texto de la norma jurídica, sin admitir más distingos que aquellos que, en su caso, la propia norma contenga (SSTS, 3ª, 3 de abril de 2014, rec. 2343/2013, y 1 de abril de 2014, rec. 324/2013, entre otras).

La jurisprudencia ha recordado cómo la infracción de esta regla implica también la vulneración del principio de seguridad jurídica y, con ello, de sus tres mandatos: i) el conocimiento anticipado de las conductas reguladas; ii) el conocimiento anticipado de la reacción esperada de los poderes públicos; iii) la claridad normativa.

También está presente en el uso forense del derecho de la Unión Europea: en las Conclusiones del Abogado General, de 29 de abril de 2014, C-399/12, ap. 66, se propone el criterio de excluir la aplicación de la regla lex non distinguit, nec nos distinguere debemus en los supuestos de falta de regulación.

En cambio, en casos de materias reguladas, la doctrina es con carácter general proclive a una aplicación relativamente amplia del principio, y así se hace en dos escritos de Conclusiones del Abogado General de 28 de septiembre de 2010, C-241/09, ap. 79, y de 14 de mayo de 2009, C-199/08, ap. 49.

Verba volant, scripta manent

Su significado es bien conocido, las palabras vuelan y lo escrito permanece, o dicho de otra manera, nadie podrá negar haber dicho lo que dijo si lo ha dejado por escrito.

Veritatis una facies est    

La verdad nada más tiene una cara. Frase que ilustra el sentido unívoco de la verdad, adaptada de un texto de Séneca.



Fuente:https://www.economistjurist.es/

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