Las frases del emperador Marco Aurelio, y por qué no es ningún santo
El emperador Marco Aurelio goza de buena prensa, quizá por su estoicismo, una filosofía parecida al cristianismo. Repasar su biografía y releer lo que dijo lo pondrán a prueba
Si Marco Aurelio (121-180) fue un emperador caritativo, ¿por qué bajo su gobierno se intensificaron las persecuciones contra los cristianos? Responder a esta pregunta merece unas líneas, que servirán para trazar la frontera entre el cristianismo y el estoicismo, que, aunque parecidos, constituyen un credo y una corriente de pensamiento con diferencias insalvables.
Al hacerlo, es inevitable desmitificar la figura de Marco Aurelio, que ha pasado a la historia como el último de los cinco emperadores buenos. Según la historiografía tradicional –más aún, la romana–, fue un gobernante prudente, sabio y comedido, que timoneó sus impulsos con la misma mesura que su imperio. Lo hizo en arreglo a su estoicismo, una doctrina filosófica fundada por Zenón de Citio (c. 336 a. C.-c. 264 a. C.) que celebraba el autocontrol como una virtud.
No podemos controlar lo que pasa a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar lo que pensamos sobre estos eventos”, podría ser la síntesis de esta escuela, que coqueteaba, pues, con la resignación.
Pero, además, el estoicismo defendía la moderación de las propias pasiones –entendidas como un mal que potencialmente puede perturbar la vida– y la práctica de la caridad, la benevolencia o la tolerancia, virtudes que, claramente, figuran en las Meditaciones de Marco Aurelio, rebosantes de dulzura y empatía.
Muchos recordarán a Marco Aurelio por la película Gladiator (2000), en la que le dio vida el actor irlandés Richard Harris. Incorrecciones al margen, pues el filme tampoco pretendía ser histórico, la cinta acierta en el perfil personal del emperador.
o que no cuenta, sin embargo, es que fue él quien decretó la persecución “de oficio” de los cristianos, esto es, sin necesidad de denuncia. Tampoco que permitió que en distintos lugares del Imperio fueran martirizados en espectáculos circenses, más aún cuando las acuciantes guerras en el limes (frontera) encarecieron los juegos de gladiadores.
Muy duro con el emperador, el historiador italiano Augusto Fraschetti lo consideró poco menos que un inmisericorde perseguidor de cristianos. Lo hizo en Marco Aurelio. La miseria de la filosofía (2014), un libro en el que, tras revisar los documentos de la época, reventó el halo de santidad del personaje, haciéndolo más corriente.
Sobre los cristianos, Fraschetti nos recuerda que fue Marco Aurelio quien acabó con la política ambigua de sus predecesores, acometiendo una persecución activa. Algo paradójico en un hombre que dijo aquello de “lo propio del hombre es amar incluso a los que nos dañan”. Una cita, por cierto, que podría haber firmado cualquier escolástico.
En su introducción a las Meditaciones, el helenista Carlos García Gual nos da algunas pistas para entender esta dicotomía. La clave está en la oposición entre la moral estoica, que basa su conducta en la razón divina y la conciencia propia, y la cristiana, que descansa sobre una verdad revelada. Podríamos resumir que, a pesar de coincidir en sus modos, un estoico militante jamás creería en las verdades últimas del cristianismo.
Para explicarlo, García Gual recupera una hermosísima cita del helenista alemán Ulrich von Wilamowitz (1848-1931): “Marco Aurelio tenía la fe y tenía la caridad; lo que le faltaba era la esperanza”. Le faltaba porque no creía en la recompensa en la otra vida, y menos en la justicia divina. Romano arquetípico, la predilección cristiana por el martirio se le antojaba simple terquedad.
A García Gual la paradoja marcoantoniana le resulta “patética”, precisamente porque su humanitarismo le acercaba al sentir cristiano. De hecho, con los años, los pensadores cristianos se quisieron reflejar en los viejos estoicos, entre ellos algún padre de la Iglesia.
Fue el caso del panegirista Tertuliano (c. 160-c. 220), que definió al estoico Séneca (4 a. C.-65) como “saepe noster”, “uno de los nuestros”. Más exagerado, san Jerónimo (c. 340-420) lo consideró un santo. Y, cómo no, de Marco Aurelio se llegó a decir que había mantenido una amistosa correspondencia con el papa.
A la luz de esta historia, más de uno estará tentado de conceder una dispensa al personaje. Al fin y al cabo, pensarán, trató de comportarse como un “buen romano”, haciendo lo que su razón le dictaba que era mejor para la supervivencia del Estado. Un extremo, este último, que no podemos demostrar. Lo que sí resultará útil es releer algunas de las cosas que el emperador escribió. Al hacerlo, la similitud entre el estoicismo y el cristianismo se nos hará evidente.
2 comentarios:
Un amigo me ha dejado el enlace a tu blog. Es por eso que he llegado hasta él. El enlace me lo dejó en un comentario que me ha hecho a una entrada publicada en mi blog sobre el libro “’Meditaciones’ del emperador Marco Aurelio” (si pinchas en el título y nombre del emperador podrás, si lo deseas, leer la entrada).
Me ha encantado leer tu entrada que creo viene a completar lo que en la mía digo sobre Marco Aurelio. Y me encanta tu blog en general, pues la cultura y civilización de Grecia y Roma están entre mis principales aficiones. Por eso, a partir de este momento me hago seguidor de tu blog.
Un cordial saludo
Gracias Juan Carlos. Eres bienvenido a este blog de "cosas de Roma"
La verdad es que debemos mucho a esta civilización como para pasar de largo por su historia.
Un saludo.
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