In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


domingo, 18 de abril de 2021

BAELO CLAUDIA


Reproducción de la estatua de Trajano en Baelo Claudia



Baelo Claudia, la ciudad que se hizo rica con el ‘garum’



La hispanorromana Baelo Claudia, en Cádiz, prosperó con sus salazones de pescado antes de desaparecer con el declive del Imperio. Sería redescubierta más de un milenio después


En 81 a. C., el general Quinto Sertorio se refugió en Hispania. Se había negado a reconocer a Lucio Cornelio Sila como vencedor de la primera guerra civil de la República de Roma. Pero el hostigamiento al que se vio sometido por las legiones romanas le llevó a poner aún más tierra de por medio. Por eso cruzó el estrecho de Gibraltar rumbo a África. Allí contactó con los irreductibles lusitanos, que le propusieron liderar su lucha contra Roma. Sertorio aceptó, regresó a la península y, tal como cuenta el historiador Salustio, reunió a sus variopintas tropas para la batalla en Mons Balleia.

En la primera mitad del siglo XX, el arqueólogo e hispanista alemán Adolf Schulten indicó que aquel Mons Balleia podía corresponder a la tarifeña sierra de la Plata. En el punto más elevado de este macizo (a 457 m sobre el nivel del mar) se halla un yacimiento, hoy conocido como la Silla del Papa, que todos los indicios apuntan como el asentamiento prerromano de Baelo.

Si las fechas coinciden, como parecen coincidir, la historia pudo haber sido la siguiente: hacia 80 a. C., Sertorio realizó el trayecto de Tánger a Baelo, “el puerto donde generalmente se embarca hacia Tingis [Tánger]”, en palabras del historiador griego Estrabón. En Baelo recibió ayuda –quizá víveres y refugio– de sus habitantes. Luego partió hacia Lusitania (actual Portugal) y lideró a unos cinco mil rebeldes.

¿Castigo o recompensa?

“La concordancia cronológica entre este episodio de las guerras civiles y el abandono de la Silla del Papa resulta asombrosa y tal vez indique una relación entre ambos hechos”. Esta es la tesis que, a finales de los noventa, planteó Pierre Sillières. Según este especialista francés en Hispania, el oppidum (colina fortificada) de la Silla del Papa seguramente se despobló a consecuencia de la ayuda que los baelonenses prestaron a Sertorio, no sabemos si por voluntad propia o forzados. 

“Roma, en represalia –indica Sillières–, les habría obligado a abandonar su montaña y a establecerse en la Baelo de orillas del mar” (a unos cuatro kilómetros de distancia). La teoría no resulta descabellada, pues, con esta medida, la ciudad del Tíber habría querido privar a los traidores de un refugio privilegiado. No en vano, desde las alturas de la Silla del Papa se avista toda la bahía de Tánger y el territorio comprendido entre Tarifa y el cabo Trafalgar.

Sin embargo, parece más probable que fueran los propios baelonenses quienes optaran por descender hasta la Baelo costera para aprovechar los abundantes recursos pesqueros. Conociendo la historia posterior a esos hechos, no parece demasiado castigo haber asentado un pueblo junto a un entorno rico y haberlo convertido, a medio plazo, en uno de los núcleos más prósperos del Estrecho, gracias a sus factorías de salazones y a su puerto.


Factoría de salazones


Las excavaciones han constatado que, entre los años 150 y 100 a. C., los habitantes de la Silla del Papa habían erigido una serie de factorías de salazones junto a la costa. Sabemos que a lo largo de una centuria residieron en lo alto del macizo, del que descendían para realizar sus actividades pesqueras, hasta que, en las dos últimas décadas del siglo I a. C., se asentaron en la playa.

La ausencia de cerámica característica de la primera mitad del I a. C. en el refugio montañoso confirma que este ya se había deshabitado cuando Augusto ascendió al poder (en 27 a. C.), fecha que coincide con la fundación de la Baelo romana en primera línea de mar.

Beneficiada por el mar

La Baelo augusta se desarrolló como ciudad desde un punto de vista administrativo, y se erigió en un concurrido punto de tránsito entre las provincias Bética (la más meridional de Hispania) y Mauritania (al norte de África). Tan solo 14 km la separan de Tánger. Estrabón, al calificarla de emporion, la equiparó a las ciudades comerciales más activas de Hispania, situándola así a la altura de Málaga, Cartagena, Ampurias, Cádiz o Sevilla, pese a su menor tamaño. Baelo progresó también gracias a sus factorías de pescados en salazón. 

Los fenicios habían sido los primeros en reparar en los ciclos migratorios de los atunes desde el Atlántico hasta el Mediterráneo. Extraordinarios comerciantes, introdujeron en las rutas de Oriente las salazones del Estrecho y el preciado garum. Esta salsa se obtenía de macerar en salmuera trozos de pescado, vísceras, huevas y sangre. Según Apicio, reputado gastrónomo romano del siglo I, se empleaba como sustituto de la sal en la cocina y en el curado de embutidos, y era tan valiosa como los perfumes o las más exóticas especias. De ahí que solo la aristocracia adinerada pudiera permitírsela con cierta asiduidad.


Ánforas contenedoras de garum


La ciudad se fue enriqueciendo mientras en Roma se iban sucediendo los emperadores: Tiberio, Calígula, Claudio... Buena prueba de esta prosperidad fue la total reconstrucción de la urbe bajo el mandato de Nerón (de 54 a 68 d. C.). Hoy sabemos que la zona sufrió un fuerte seísmo hacia el año 50. Estudios arqueosismológicos indican además que un gran tsunami penetró en Baelo y la arrasó casi en su totalidad.

Gracias a que los baelonenses eran buenos distribuidores de Roma, la enriquecida oligarquía pudo levantar una nueva ciudad, a la que dotó de un completo conjunto monumental (con una basílica, unas termas, un mercado y un teatro). Baelo tomaría el sobrenombre imperial de Claudia y viviría sus años de mayor esplendor hasta finales del siglo II.

Gusto por el fasto

Durante largo tiempo, los expertos tendieron a catalogar aquella Baelo Claudia de ciudad modesta y funcional. No obstante, recientemente han aparecido evidencias de la extraordinaria riqueza de sus notables. En 2012, por ejemplo, se desenterró una copia del Doríforo de Polícleto, uno de los tres grandes escultores clásicos (junto a Fidias y Mirón), en un complejo termal levantado extramuros. 

La escultura se realizó en mármol de la isla de Paros, el mismo con el que se moldeó la Venus de Milo, y presidía una piscina, la más grande que se conoce en Hispania. Además, los mármoles con los que se cubrieron sus márgenes, y con los que se decoraron el resto de las estancias, procedían de todos los confines del Imperio, desde Almadén de la Plata, en la cercana Sevilla, hasta Turquía, los más caros de la Antigüedad.

Toda esta variedad de orígenes y texturas daba al conjunto un aire abigarrado y excesivo, propio de una oligarquía opulenta e inclinada al fasto y al derroche.

Sin embargo, la buena vida de Baelo Claudia no se prolongaría más allá del siglo II. Las incursiones de los mauritanos, la decadencia del Imperio y las invasiones bárbaras contribuyeron al declive de los flujos comerciales del Mediterráneo, lo que afectó a su economía. Además, varios episodios sísmicos destruyeron parcialmente la ciudad otra vez.


Termas de Baelo Claudia


Baelo Claudia ya no volvería a levantarse con la exuberancia del pasado. Las nuevas construcciones no respetaron el urbanismo original, y la población disminuyó de forma notable. Hacia el siglo IV, tan solo habitaban sus ruinas reducidos grupos de pescadores y comunidades cristianas. Cuando, en 711, el general bereber Tariq cruzó el Estrecho, ya no quedaba ni rastro de ella.

La hora del rescate

Doce centurias más tarde, el arqueólogo galo Pierre Paris, que se había dado a conocer en nuestro país por descubrir y comprar para el Louvre la Dama de Elchese interesó por las ruinas de la zona, conocida como ensenada de Bolonia. 

Paris solicitó los permisos necesarios para excavar el yacimiento y, junto con el también hispanista Jorge Bonsor, realizó cuatro campañas entre 1917 y 1921. Ambos sacaron a la luz el capitolio, el teatro, una puerta de acceso, una necrópolis y partes del foro y de la zona industrial. Gracias a ellos, las autoridades españolas tomaron conciencia de la importancia del sitio. En 1925 lo declararon Monumento Histórico Nacional.

Sin embargo, la Guerra Civil y el nuevo orden de prioridades de la posguerra sumieron a Baelo Claudia en el olvido. A mediados de los sesenta, arqueólogos de la Casa de Velázquez, institución cultural fundada en Madrid por Pierre Paris en 1928, retomaron las excavaciones. Desde entonces, estas ya no han cesado, y hoy cuentan con la participación de la Universidad de Cádiz. La Junta de Andalucía gestiona el sitio desde los noventa.


El arqueólogo francés Pierre Paris (a la derecha) fue el responsable de la "resurrección" de Baelo Claudia.

 



Excelente conservación

La riqueza del yacimiento debe mucho a su extraordinario estado de conservación. Así, la columnata de la basílica pudo reconstituirse con fidelidad a su disposición original gracias a que cada uno de sus tambores, o piezas cilíndricas, se localizó pegado el uno al otro. También se han recuperado más de mil fragmentos del teatro en perfectas condiciones, recientemente estudiados. O tramos del Decumano Máximo, la calle que cruza la ciudad transversalmente siguiendo el canon clásico de Vitruvio, con todas sus losas. 

El conocimiento del trazado urbanístico y de los principales espacios públicos ha hecho posible reordenar el circuito de visitas. Desde 2013, el yacimiento puede recorrerse a través de sus vías originales, lo que facilita la comprensión de sus elementos.

La ciudad aún tiene mucho que desvelar. Tan solo se ha excavado en torno al 20% de su superficie, pero se espera que este porcentaje crezca gracias a las múltiples líneas de actuación en marcha y por haber.


Fuente: https://www.lavanguardia.com/

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