La recepción de las obras no es más que un peldaño en esta apuesta decidida de la institución provincial por el desarrollo patrimonial, como una futura fuente de ingresos a la que habrá que seguir prestando atención. Benjamín Prieto, presidente de la Diputación Provincial de Cuenca, recepcionó ayer las mejoras realizadas en la cueva de ‘La Mora Encantada’, de Torrejoncillo del Rey, que será accesible al público en un corto periodo de tiempo, y las actuaciones de consolidación de las ‘Cuevas del Sanabrio’, en Saceda del Río, y ‘Elpozolacueva’, de Torralba. Prieto, acompañado del equipo que ha desarrollado el proyecto, que encabezan los arqueólogos Juan Carlos Guisado y María José Bernárdez, agradeció la ardua labor que se ha desarrollado para «recuperar y poner en valor este patrimonio». El presidente provincial, que estuvo acompañado durante sus visitas por los alcaldes de Torrejoncillo del Rey, Mariano Briones; el alcalde de Huete, Fernando Romero; y el alcalde de Torralba, Ismael Caracena; ofreció los recursos de la Diputación a los ayuntamientos, con el fin de gestionar las cuevas y coordinar las acciones de forma compartida «para que todo el patrimonio se optimice y se rentabilice», dijo, y añadió que, «queremos que este patrimonio oculto salga a la luz y resplandezca, como lo hicieron los cristales de Hispania por todo el Imperio romano». Son ya muchos los ciudadanos que se han interesado en visitar la Cueva de ‘La Mora Encantada’, desveló Prieto, que añadió que «la mina tiene mucho más. Hay galerías que están dispuestas para otro tipo de turismo, arqueológico y de aventura». Asimismo, el presidente de la Diputación destacó la inversión realizada, 150.000 euros, para que la mina de Torrejoncillo «sea un recurso más, apoyado en ese legado patrimonial que hemos tenido los conquenses, afortunadamente». En este punto, recordó el parque arqueológico de Segóbriga, como eje de referencia y la puerta de entrada a otros destinos. En las profundidades. El Plamit ha permitido recuperar y hacer visitable la cueva de Torrejoncillo del Rey, situada a medio kilómetro escaso de la localidad. A través de un camino, que también se rehabilitará próximamente, se llega al paraje donde está situada esta mina que fue descubierta por un vecino del pueblo, Pedro Morales, allá por los años 50.
Las escaleras dan acceso a una sala o vestíbulo, con espacio para más de una veintena de personas, desde donde se accede al interior de la cueva. Las empinadas escaleras sumergen al visitante hasta la profundidad de la caverna, un espacio de múltiples galerías por el que el visitante de cualquier edad, provisto de un casco de seguridad, eso sí, podrá recorrer, detenerse y contemplar los cristales formados a través de los siglos. La actuación ha permitido instalar un entramado de luces, estratégicamente colocadas, que muestran las hendiduras que los romanos hicieron con sus herramientas rudimentarias hace casi dos milenios, para sacar los bloques que transportaban hacía las principales villas del Imperio. Marcas que parecen haber sido hechas recientemente, aunque transportan al visitante hasta el siglo primero, cuando la Cuenca romana surtía de espejuelo a todo el Imperio de Roma. Un trayecto escalonado de aproximadamente 100 metros escenifica claramente lo que tuvieron que trabajar nuestros antepasados. Además, la mina esconde otras galerías más profundas aptas únicamente para un turismo de aventura y espeleología más especializado. La mina de ‘La Mora encantada’, de aproximadamente un kilómetro de longitud, «es uno de los referentes mundiales de la minería romana, que se destruyó en gran parte durante las explotaciones de minerales en el siglo XIX», señaló una de las arqueólogas responsables del proyecto, que se inició hace más de 20 años y del que forman parte investigadores de varias universidades, geólogos, ingenieros de minas o espeleólogos. «Es algo que hemos tenido aquí, que las gentes de los pueblos estaban acostumbradas a ver, pero no se ha valorado suficientemente», declaró la investigadora. LA TRIBUNA DE CIUDAD REAL
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