In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


lunes, 1 de noviembre de 2021

CARA A CARA CON CESAR

 

Está usted mirando cara a cara a Julio César

La historiadora superstar británica Mary Beard se ocupa del poder en su nuevo libro 'Doce césares: la representación del poder desde el mundo antiguo hasta la actualidad'







Corría el mes de octubre de 2007 cuando unos arqueólogos franceses que inspeccionaban el lecho del Ródano en Arlés se toparon con una cabeza de mármol sumergida en el río. Nada más sacarla, chorreando aún, el director del equipo la miró perplejo y exclamó: "¡Joder, pero si es César!" (Putain, mais c'est César!). Si tenemos en cuenta que se cuentan al menos 150 retratos diferentes de Julio César y que la polémica acerca de cuál fue su verdadero rostro es una de las más antiguas y enconadas de la historiografía del mundo antiguo, ¿qué razones tenía aquel arqueólogo para reconocer con tal velocidad los rasgos del gran conquistador de las Galias? Y más allá, ¿por qué las imágenes de los emperadores romanos siguen siendo tan importantes hoy, dos milenios después, para la historia del arte y la cultura de Occidente? De todo ello se ocupa la historiadora superstar británica Mary Beard en su nuevo libro 'Doce césares: la representación del poder desde el mundo antiguo hasta la actualidad'. (Crítica).

 

"He vivido más íntimamente con estos antiguos gobernantes que la mayoría de las personas. Durante cuarenta años han sido parte sustancial de mi trabajo. He examinado sus palabras, desde sus razonamientos legales hasta sus bromas. He analizado los fundamentos de su poder, he desmontado sus leyes de sucesión y, muy a menudo, lamentado su dominio. He escrutado sus imágenes en camafeos y monedas. Y he enseñado a los estudiantes a disfrutar de lo que los escritores romanos decidieron contar de ellos y preguntarles al respecto. Las escabrosas historias de las excentricidades del emperador Tiberio en su piscina de la isla de Capri, los rumores de la lujuria que sentía Nerón por su madre o lo que Domiciano les hacía a las moscas -las torturaba con la punta del cálamo- siempre han calado bien en la imaginación moderna y, sin duda, nos cuentan mucho sobre los miedos y las fantasías de los antiguos romanos. No obstante, como ya he dicho en repetidas ocasiones a aquellos a quienes les gustaría tomárselas al pie de la letra, estas historias no son necesariamente 'ciertas' en el sentido estricto de la palabra. Soy, por profesión, historiadora, profesora escéptica y, en ocasiones, aguafiestas".


La arqueóloga Mary Beard


En 'Doce Césares', Beard despliega su poder narrativo, su capacidad para dotar de irresistible seducción todo lo que toca, sus vastos conocimientos y, también su espíritu iconoclasta y juguetón para hablar del poder. Y, en este asunto, ningún sistema político ha ofrecido una imagen tan influyente y determinante a lo largo de la historia que Roma. Como demuestra, por cierto, el caso del busto de Julio César de Arlés. ¿Era él?

Historia de un rostro

Según indicaban los datos recogidos in situ y su probable datación, aquella cabeza de César era "uno de los griales más sagrados del estudio de la retratística romana: una imagen esculpida en vida del gobernante por un escultor que lo había tenido frente a frente. Según la teoría establecida entonces, el busto fue colocado en su momento en la ciudad romana de Arlés que había remodelado el propio César en el 46 a.C. hasta que, tras su asesinato en los idus de marzo del 44 a.C., los lugareños decidieron desembarazarse de aquella efigie de pronto problemática echándola al río. Y bajo el agua permaneció dos milenios.

La arqueología no es una ciencia exacta y rápidamente surgieron detractores y defensores. Los primeros señalaban que la cabeza del Ródano no se parecía en nada a los retratos presentes en tantas monedas o estatuas póstumas. Los segundos aducían que precisamente esa singularidad y la presencia de rasgos unívocos como la nuez pronunciada o las arrugas del cuello confirmaban la autenticidad de la imagen. Beard se muestra escéptica también, como en todo lo demás, pero no duda sin embargo que este es el rostro de Julio César para el siglo XXI y le interesa más bien lo siguiente: ¿cuál era el propósito, y la política, de esta exaltación del poder y cómo ejerció su influencia en la historia europea posterior?

Concluye Beard: "Después del Renacimiento europeo, las imágenes de los emperadores romanos despertaron intensas pasiones a lo largo de varios siglos. Recreados en mármol y en bronce, en pintura y en papel, convertidos en figuras de cera, plata y tapices, reproducidos en los respaldos de sillas, en tazas de té de porcelana o en vitrales pintados, los emperadores importaban. En el diálogo entre presente y pasado, los rostros imperiales y las vidas imperiales se exhibieron alternativamente, e incluso de forma simultánea, como legitimadores del poder dinástico moderno, se cuestionaron como dudosos modelos o se condenaron como emblemas de corrupción. Igual que las imágenes controvertidas de nuestras modernas 'guerras de esculturas', fueron objeto de debates sobre el poder y su descontento -y son un recordatorio útil de que la función de los retratos conmemorativos no es simplemente una celebración. Pero sobre todo se convirtieron en modelos para representar a los reyes y aristócratas y a cualquiera que tuviese suficiente dinero para ser objeto de pintura o escultura. De hecho, el género de la retratística europea hunde sus raíces en aquellas diminutas cabezas de emperadores romanos de las monedas, igual que en los bustos y estatuas de gran tamaño. No se trata de una mera extravagancia de la moda que, por lo menos hasta el siglo XIX, tantas estatuas de aristócratas, políticos, filósofos, soldados y escritores luzcan togas o vestimenta militar romana".

Busto de Arlés de Julio Cesar

Fuente: https://www.elconfidencial.com/




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