In memoriam Pedro Morales Cuenca.


En la localidad conquense de Torrejoncillo del Rey, fue descubierta en el año 1955, por D. Pedro Morales, una cavidad revelada en sueños, como un lugar donde encontraría un singular tesoro escondido en un palacio de cristal.

Tres meses de intensos trabajos dieron como resultado el hallazgo de una cavidad subterránea que resultó ser una mina romana de lapis specularis, de la que no quedaba ni el recuerdo.

En la actualidad, gracias a la intervención de la asociación arqueológica: Cien mil pasos alrededor de Segóbriga y la diputación provincial de Cuenca, se ha convertido en lugar de obligada visita tanto por su interés histórico como cultural.

Si deseas saber más sobre esta historia, accede mediante este link

https://moraencantada.blogspot.com/2011/04/historia-de-un-sueno.html


jueves, 29 de julio de 2021

NERÓN Y LAS FUENTES DEL NILO

 LA EXPLORACIÓN DE ÁFRICA EN LA ANTIGÜEDAD

La expedición de Nerón

 en busca de las fuentes del Nilo

Siglos antes que los exploradores europeos se internaran en el Nilo en busca de sus fuentes, el emperador Nerón organizó una expedición para intentar encontrar el origen del gran río y descubrir los secretos de su inundación anual.




He oído contar a dos centuriones que Nerón César, apasionado por todas las cosas valiosas y especialmente por la verdad, había enviado a investigar la cabecera del Nilo, que recorrieron un largo camino y que ayudados por el rey de Etiopía y recomendados a los reyes vecinos avanzaron más allá.

Luego me dijeron, “llegamos a unos pantanos inmensos, cuya salida ni los habitantes del lugar habían conocido ni nadie podía esperar conocerla: tan mezcladas están las hierbas con el agua que ni a pie ni en barco se pueden pasar, porque la laguna, llena de fango y de hierbas, no soporta sino una barca pequeña y capaz de una sola persona. Ahí, me dijo, vimos dos peñascos de los que caía un río de enorme caudal”.

Tanto si es éste el nacimiento o un afluente del Nilo, tanto si nace entonces o reaparece en la tierra después de un recorrido anterior, ¿no crees que esta agua, sea la que sea, procede de un gran lago de esas tierras? Es necesario, pues, que las tierras retengan el agua desparramada por muchos lugares encerrada en uno solo, para que puedan brotar con tanta fuerza.”


Así narraba el filósofo Lucio Anneo Séneca, en su tratado Cuestiones naturales, el éxito de la expedición que el emperador Nerón había empezado a organizar en el año 60 d.C. en busca de las fuentes del Nilo. Que llegaran realmente al origen del gran río es todavía ahora materia de discusión, puesto que la descripción que da Séneca le fue referida por dos integrantes de la expedición y resulta además bastante vaga. Pero de lo que no cabe duda es que aquel grupo de soldados romanos penetraron hasta el corazón de África mucho más allá de lo que cualquier explorador hubiera hecho antes.


EL NILO, UNA BENDICIÓN DE LOS DIOSES

Los antiguos egipcios creían que el Nilo era una bendición de la diosa Isis, cuyas lágrimas regaban la tierra infundiéndole vida. El nivel de la crecida anual determinaba la extensión de tierra cultivable y, por lo tanto, la disponibilidad de alimento.



UNA EMPRESA EXTRAORDINARIA

Las razones del emperador para organizar dicha expedición eran varias. Las motivaciones principales eran de tipo económico: por una parte, conocer las riquezas que poseían aquellos territorios para valorar una eventual conquista; por otra, entender mejor las causas de la inundación anual del Nilo, de la que dependían las importantes cosechas de cereales de Egipto, uno de los mayores graneros del imperio; y finalmente, explorar posibles rutas de navegación hacia el océano Índico y Asia.

Pero en la decisión influyó decisivamente el carácter de Nerón. A pesar de la mala fama que le acompaña, el emperador era un hombre inseguro y obsesionado con ganarse la admiración de sus súbditos, de ahí las numerosas extravagancias por las que es conocido y su predisposición a lanzarse a empresas que le pudieran procurar la gloria que tanto ansiaba. La expedición debía remontar el curso del Nilo hasta llegar a sus fuentes, que eran desconocidas para los egipcios e incluso para los kushitas, el pueblo que vivía en el curso medio del río, donde la navegación empezaba a presentar dificultades. El territorio que había más allá, al sur de la actual Jartum, donde se unen las dos ramas del río -el Azul y el Blanco- era una incógnita casi total.


El Sudd es una inmensa zona de pradera inundada formada por islotes flotantes que crean un auténtico laberinto y que también dio muchos problemas a los exploradores que en el siglo XIX intentaron encontrar las fuentes del Nilo.


La expedición partió en el año 62 d.C. y estaba formada por un grupo selecto de militares formado por centuriones veteranos, guardias pretorianos y los legionarios que se estimaron necesarios para la aventura. Era un grupo reducido porque para avanzar iban a depender de la colaboración de los reyes locales y una fuerza numerosa podía generar desconfianza: Séneca narra que en Meroe se reunieron con el rey etíope Amanikhabale, quien les proporcionó intérpretes y cartas de presentación para los gobernantes que se hallaban más allá de sus tierras; naturalmente, para ello los comandantes de la expedición tuvieron que ocultar los objetivos militares de la misma.

UN CAMINO LLENO DE PELIGROS

La ciudad de Swenet -la actual Asuán- marcaba la frontera entre el Alto Egipto y la tierra de Kush, que se extendía a lo largo del curso medio del Nilo. A partir de allí, remontar el río se convertía en una empresa cada vez más difícil, pues había que cubrir casi 1.400 kilómetros y superar las seis "cataratas", que son en realidad tramos de aguas bravas que impedían la navegación con las embarcaciones de las que se disponía en aquel tiempo. En cada uno de estos tramos era necesario desmontar los barcos, transportarlos por tierra hasta la parte alta de la catarata y volverlos a montar para seguir remontando el curso.


LA TERCERA CATARATA

Las "cataratas del Nilo" son, para ser precisos en términos geológicos, zonas de rápidos y no saltos de agua; pero la poca profundidad y la presencia de rocas arrastradas por la corriente bastaban para impedir la navegación.



Sin embargo, el verdadero infierno aún estaba por venir. Al llegar a la bifurcación del Nilo Azul y el Nilo Blanco, los romanos fueron informados de que debían seguir este último para llegar hasta las fuentes del río. Lo que les esperaba era el enorme pantano del Sudd, un laberinto de plantas de papiro en el que resultaba casi imposible orientarse ni avanzar con una gran embarcación, por lo que solo pudieron continuar en barcas unipersonales. El Sudd estaba poblado por una gran variedad de fauna letal como cocodrilos, hipopótamos y serpientes, a los que había que sumar los mosquitos, transmisores de enfermedades desconocidas para los romanos.

El destino final de la expedición resulta poco claro, especialmente porque no se conservan documentos originales y Séneca recoge lo que escuchó de viva voz de los participantes en aquella aventura. A partir de la descripción de la catarata que vieron los legionarios, los estudiosos que han intentado reconstruir la expedición han creído identificarla con dos posibles localizaciones: una serían las cataratas Murchison o Kabalega, situadas entre los lagos Kyoga y Alberto; otra serían las cataratas Victoria, que se precipitan desde el lago del mismo nombre.


LAS CATARATAS VICTORIA

Aunque el lago Victoria es el origen del Nilo, las cataratas homónimas tienen una anchura mucho mayor y encajan menos con la descripción de "dos peñascos de los que caía un río de enorme caudal" recogida por Séneca.



El lago Victoria se considera el origen del Nilo Blanco puesto que, aunque tiene afluentes, recibe la mayor parte de su caudal directamente de la lluvia. De ser así, la expedición de Nerón realmente habría alcanzado su objetivo; sin embargo, la enorme anchura de las cataratas Victoria no se ajusta mucho a la descripción recogida por Séneca, que resulta más fácil hacer coincidir con las Murchison. Aun así, el conocimiento de que había un gran lago del que nacía el río los situaría a las puertas de lograr su objetivo.

La expedición regresó a Roma en el año 66 d.C., refiriendo al emperador y a Séneca lo que habían visto. Sin embargo, Nerón nunca pudo poner en práctica sus planes en África debido a la rebelión de Judea y los conflictos con el imperio parto, que impidieron destinar efectivos a una operación de tal calibre. Dos años más tarde el emperador murió, llevándose con él sus ambiciones de expandir el dominio romano por todo el Nilo. Y así, el gran río volvió a esconder durante siglos sus secretos detrás de una cortina de papiros que se extendía hacía el infinito más allá de la tierra de Kush.


CATARATAS MURCHISON

El agua del Nilo cae con gran fuerza entre dos peñascos y forma las cataratas Muchison, un paisaje que concuerda con la descripción recogida por Séneca.







Fuente:  https://historia.nationalgeographic.com.es/

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