Una Roma eterna de la que solo nos quedan ruinas y recuerdos. Leyes y dictados, verbo y palabras. Arte e ingeniería.
Eterna, en herencia legada a las generaciones futuras que han visitado sus monumentos más altivos levantados por césares.
Cantada por sus poetas y defendida por las legiones en sus murallas y en lejanas tierras.
Hoy solo con la imaginación podemos disfrutarla en todo su esplendor y hacernos una pequeña idea de como era esta ciudad construida de mármol y oro, de adobe y ladrillo. Siempre esplendorosa, misteriosa y tantas veces cruel y sangrienta.
Os presento Roma:
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