Vacaciones por la Roma imperial: el manual del trotaimperios
A
través de las aventuras del ficticio patricio Marco Sidonio Falco,
Jerry Toner nos arrastra a un viaje tan real como histórico por la
Antigua Roma planteado con ojos de un contemporáneo
Saludos desde la antigua Roma.
Mi nombre es Marco Sidonio
Falco, un romano noble de nacimiento. Con la ayuda de mi ayudante, el
Dr. Jerry Toner, he escrito un relato de mi recorrido por el imperio
romano en su apogeo. Únase a nuestro viaje hacia el este para disfrutar
de los grandes festivales de Grecia y explorar el centro cultural de
Atenas. Acompáñenos a visitar la joya de Éfeso y comparta nuestro viaje
por el Nilo para ver las antiguas pirámides y la estatua parlante del
dios Memnon. Viajando hacia el oeste por el granero del Imperio, se
deleitará con la fecundidad de Hispania, de la que conoceremos cómo se
extrae el oro y los buenos caballos de esa provincia, y la belleza de la
Galia, antes de cruzar a Britania, donde también sufrirá lo peor que la
vida provinciana puede ofrecer.
No todo será sencillo y
experimentará los terrores de los viajes por mar, las chinches y la
pésima comida de las posadas de carretera, y los peligros de los
bandidos. Mi guía ofrece consejos prácticos para sobrevivir a todas
estas dificultades. Es el Imperio romano el que ha hecho posible todos
estos viajes. Su excelente red de comunicaciones, tanto por carretera
como por mar, ha generado una circulación fácil y segura. Los romanos
hemos cartografiado el mundo, tendido puentes sobre los ríos y cortado
caminos a través de las montañas. Sin embargo, casi ninguno de los que
desean conocer los aspectos más destacados del imperio tiene idea de por
dónde empezar. Esta guía les dirá todo lo que necesitan saber.
El
destacado clasicista británico vuelve a recurrir a su alter ego Marco
Sidonio Falco para recorrer los territorios imperiales y mostrar cómo
era ser un romano.
Cuando se le pregunta a un gran experto en la Antigua Roma por un lugar fascinante para remontarse dos milenios en la historia, uno no espera que el Coliseo, por básica, sea la respuesta. Pero la argumentación de Jerry Toner,
director de estudios clásicos en el Churchill College de la Universidad
de Cambridge y cuya línea de investigación ha consistido en observar el
mundo romano “desde abajo”, en reconstruir la vida cotidiana de la gran
mayoría no que formaba parte de la élite, disipa cualquier duda.
“Es
un edificio icónico e impresionante, pero está construido por muchos
cautivos y con las ganancias de la guerra contra los judíos, y donde
miles de personas fueron ejecutadas y murieron luchando”, explica a este
periódico al otro lado de la pantalla, desde su despacho. “Es, en
cierto modo, una metáfora del Imperio romano:
si miras los restos, no puedes evitar quedar impresionado, pero al
mirar más profundamente, detrás de la estructura, te das cuenta de que
fue un mundo muy diferente y brutal”.
Toner ha abordado la violencia, los extraños preceptos morales que gobernaron la Antigua Roma o la cultura popular en ensayos fabulosos como Infamia (Desperta Ferro, 2020) o Sesenta millones de romanos (Crítica,
2012). Ahora regresa con la continuación de uno de sus proyectos más
originales y divulgativos: la serie en la que el aristócrata Marco Sidonio Falco, su alter ego, cuenta cómo era su vida en el siglo II d.C. En Guía de viaje por el Imperio romano (Crítica), emprende un grand tour por los extensos territorios de la Urbs tras perder el beneplácito del emperador.
Pregunta. ¿Por qué contar la historia de la Antigua Roma de una manera tan peculiar?
Respuesta. Porque
quiero que la gente tenga una idea de cómo era ser un romano, para
conocer cómo pensaban los romanos. Creo que es muy cómodo pensar que los
romanos eran como nosotros, pero con togas. Son similares en algunos
aspectos, pero en muchos otros muy diferentes. Falco nos proporciona una
forma de entender las fuentes romanas más o menos desde su punto de
vista, de que nos hablen de un modo que los historiadores no podemos.
Aunque no deja de ser problemático: él adora el Imperio.
P. De la misma forma que en Cómo manejar a tus esclavos (La Esfera de los Libros, 2016) o Release Your Inner Roman,
emplea un estilo muy fresco y erudito al mismo tiempo. ¿Qué le permite
este tipo de libros que no puede hacer en un ensayo académico?
R. Obviamente, alcanzar una audiencia mucho más amplia. No hay mucha gente que quiera leer mis libros académicos. Además, quiero popularizar el mundo antiguo:
es un periodo muy fascinante y quiero que el resto comparta esa
fascinación. Muchas fuentes romanas son muy difíciles, como las
inscripciones de temas legales. Aquí puedo reescribirlas de una forma
que es mucho más accesible para un público moderno.
P. Falco dice que el Imperio romano no era cruel. Usted en Infamia ha mostrado todo lo contrario: un tríptico de atrocidades.
R. Los romanos no se consideraban crueles en absoluto, pero obviamente lo eran: si te rebelabas, te aplastaban. Pero entonces te dirían que los beneficios fueron cientos de años de pax romana.
En el mundo preindustrial, la mayoría de estados estuvieron
constantemente en lucha; mientras que alguien nacía en la Hispania o
Britania del siglo II d.C., probablemente nunca viese una guerra en su
vida. Es imposible decir que una cosa convierta la otra en moralmente
justificable, pero desde el punto de vista romano había muchas ventajas.
P. De hecho, está esa famosa sentencia de Gibbon de que aquella época del Alto Imperio fue la más feliz y próspera de la historia…
R. En
realidad, solo ha existido ese periodo en Occidente tras la II Guerra
Mundial. Si retrocedemos en la historia, el siglo II sería el que
escogeríamos para vivir si fuésemos romanos, aunque no necesariamente lo
haría un esclavo o un judío.
P. Buena
parte de su obra se ha centrado en estudiar a esa mayoría de la
sociedad romana que no formaba parte de la élite. ¿Qué nos enseñan los
esclavos o los pobres?
R. Una
cara muy diferente del Imperio romano. Falco es un aristócrata rico que
puede viajar de forma lujosa y disfrutar sus ventajas, pero esa
sociedad necesitaba un montón de trabajadores esclavos para seguir
funcionado. Falco, no obstante, diría que la pax romana también
reportaba beneficios a la gente común, como los campesinos, mediante la
estabilidad y una cierta prosperidad económica gracias al comercio. La
esclavitud en la Antigua Roma no era exactamente como la angloamericana
de plantaciones de cultivos capitalista. Era una mezcla de agricultura y estatus,
de mostrar a tus esclavos en tu villa aunque realmente no hiciesen
nada, simplemente para enseñar lo que uno se podía permitir.
P. Otra diferencia importante es que en Roma un esclavo se podía convertir en una persona libre.
R. Desde
luego. No todos ellos, pero sí un número significativo. Si trabajaban
duro y mostraban la actitud correcta, podían ser recompensados con la ciudadanía romana o la libertad. Así que la esclavitud permitió mucha más movilidad social.
Además, no tenía un elemento racial: en Estados Unidos se sabía quiénes
eran los esclavos solo con mirar a las personas, mientras que en Roma,
una vez liberados, casi todos los esclavos podían desaparecer en ese
gran crisol que era la población romana.
P. En
Roma se daban multitud de robos al día y el orden prevalecía gracias a
la violencia. ¿Cree que tendemos a idealizar el mundo clásico y nos
olvidamos de este punto de vista?
R. Si nos metiéramos en una máquina del tiempo y viajásemos a Roma, estaríamos horrorizados por la jerarquía, las desigualdades,
las terribles condiciones y la brutalidad ocasional. Me refiero a la
violencia incluso en los tribunales de justicia, donde los esclavos eran
torturados cuando testificaban. Creo que lo encontraríamos
absolutamente repugnante.
P. En Infamia escribe
que “a los romanos les parecería que nuestros valores y los suyos no
eran muy distintos: una fe indestructible en la realización personal y
el lucro”. Es una tesis muy provocadora.
R. El
nivel de brutalidad es probablemente superior en el mundo romano, pero
creo que dirían que en Occidente simplemente externalizamos nuestra
violencia. Hay una guerra de poder en Ucrania,
como las que hubo en Vietnam o Afganistán. En términos de producción de
ropa, por ejemplo, usamos mano de obra barata y muy pobre de otras
partes del mundo. Se estima que hay más de 50 millones de personas
esclavizadas en el mundo moderno —cinco veces más que en la Antigua
Roma, aunque obviamente sobre una población mucho mayor—. Pero es fácil
para nosotros mirar solo a nuestros propios países occidentales cómodos y
ricos, y olvidar que dependemos de mucha mano de obra barata.
P. En los últimos años estamos viendo muchos estudios que señalan que emperadores como Nerón o Calígula no
fueron tan malvados y que muchas de sus excentricidades fueron mera
propaganda. ¿Pueden estas investigaciones provocar una suerte de
blanqueamiento de la brutalidad romana?
R. Es cierto que las historias de Tácito y Suetonio pintan una imagen exagerada de sus gobiernos.
Los emperadores que maltrataron al Senado, a la clase letrada,
recibieron una mala historia. Nerón, en realidad, parece haber hecho
muchas cosas bastante sensatas, particularmente al principio, porque era
popular entre la gente. Pero esa fue una de las razones para provocar
el rechazo del Senado. Es una cuestión difícil, porque creo que las
historias que lees sobre ellos a menudo son exageradas y, sin embargo,
si no tenemos cuidado, si tratamos de absolver a toda la Antigua Roma
por sus crímenes violentos, entonces estamos yendo demasiado lejos.
Incluso si Nerón no era tan malo como se ha dicho, el Imperio romano
todavía es brutal.
P. Los orígenes míticos de Roma están marcados por la violencia sexual contra las mujeres. Los romanos celebraban la violación y pensaban que la mujer era inferior.
Pero las investigaciones recientes han desvelado un panorama mucho más
complejo. ¿Se está haciendo al fin justicia con la fémina romana?
R. ¿Justicia?
Es una palabra complicada… La gente es mucho más consciente de la
posición subyugada de las mujeres en lo que era una sociedad muy
patriarcal, jerárquica y violenta. Las actitudes en torno a la violación eran muy diferentes a las actuales:
se veía principalmente como una ofensa contra el padre o la familia ya
que dañaba su posesión de la misma manera que si golpeabas al esclavo de
alguien, no estabas cometiendo un crimen contra el esclavo, sino un
delito contra el dueño porque dañabas esa posesión.
»Es
cierto que ha habido mucho trabajo para devolver a las mujeres romanas
algo de su voz. El problema, y es lo que el libro de Falco intenta
mostrar, es que el tipo de evidencia que tenemos proviene casi en su
totalidad de hombres ricos, blancos y de mediana edad.
Siempre estamos tratando de ver las cosas de manera diferente, pero
siempre terminamos teniendo que ver las cosas a través de sus ojos. Eso
limita cuánto podemos saber realmente sobre lo que pensaban los esclavos
o, de hecho, lo que pensaban las mujeres, porque simplemente apenas
salen en las fuentes.
P. ¿Qué lecciones pueden enseñarnos los antiguos romanos?
R. Cuando Gibbon escribió su historia de la caída del Imperio romano, Gran Bretaña acababa de perder su primer imperio en Estados Unidos.
Y quería aprender de la historia cómo mantener y hacer crecer un
imperio. No creo que queramos aprender esas lecciones hoy en día.
Debemos aprender los problemas de la jerarquía, por qué la violencia nunca va a brindar justicia social,
que los intereses no deben evitar que veamos las cosas desde un punto
de vista más igualitario… Así que no estoy seguro de que los antiguos
romanos nos enseñen lecciones, pero tal vez nos recuerdan lo que
deberíamos intentar hacer en nuestras vidas.
P. ¿Quedan muchos misterios por resolver de la Antigua Roma?
R. Hay
todo tipo de cosas que no sabemos: lo que pensaban los esclavos o la
gente común de los ‘malos emperadores’ como Nerón. Pero no creo que
nunca vayamos a encontrar los libros perdidos de Tácito o Tito Livio.
Creo que siempre podremos hacer nuevas preguntas sobre Roma y arrojar
algunas respuestas interesantes para que reflexionemos, pero no puedo
ver que vayamos a obtener un montón de nuevas pruebas.
P. ¿Estamos
en el momento en que menos atención se presta al legado clásico, en el
que solo buscamos emperadores depravados para compararlos con los
políticos actuales?
R. En
Reino Unido, cuando miramos la historia de la familia Julio-Claudia y
la de los últimos primeros ministros, resulta muy tentador y sencillo
dibujar comparaciones. Pero no creo que estemos presenciando un
decaimiento en el interés. El tema está seguro, aunque es muy fácil
concentrarse en los emperadores locos y, en cierto modo, perpetuar una visión ligeramente estereotipada del
mundo romano cuando, en realidad, sabemos que era mucho más complicado,
particularmente al mirarlo a través de sus provincias.
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Jerry Toner
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FUENTE: www.elespanol.com